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Miguel A. Rossi y Javier Amadeo
Según los autores, la política y su marco conceptual son productos de un de la historia griega: por un lado un nuevo modo de pensar, fundado en el libre examen e interrogación sobre el fundamento de las cosas, y por otro una nueva forma de relación entre los hombres que aparece a partir del siglo VIII a.C. y, cuya matriz de significancia se resume en la noción de polis.
Derivado de estas formas de pensamiento surge la política, que consiste en la práctica social de la polis, permitiendo el aparecimiento de los conceptos de existencia y riqueza. Esta forma de organización generó las condiciones precisas para el surgimiento de un pensamiento racional sobre la práctica política, es decir permitió la actuación política de un número de ciudadanos con conciencia de su dominio sobre las cosas de la ciudad.
Para los griegos de la polis, “No vivir en un estado-ciudad es no vivir políticamente”, esto es, no vivir civilizadamente, la vida política[1] es una disputa, oratoria, un combate codificado y sujeto a reglas, en que son debatidos los problemas de interés general.
El terreno político para los griegos es un al terreno común, y abarca las actividades prácticas que deben ser compartidas, que ya no son más privilegio de un determinado grupo social. Sus características son:
- Una extraordinaria preeminencia de la palabra sobre cualquier otro instrumento de poder. El logos se torna el instrumento político por excelencia. La palabra se transforma en el elemento central de la práctica política, una práctica que se configura como debate, discusión y argumentación.
- El carácter de plena publicidad que asumen las manifestaciones más mportantes de la vida social. Los diversos miembros de la polis, aparecen de cierta forma como semejantes, esto permite que los vínculos de un hombre con otro hombre se tornen, en una relación recíproca, reversible, substituyendo las relaciones de sumisión y de jerarquía.
En la Apología Platón se percata de la tensión entre las leyes de la naturaleza y las leyes de la política. Si por naturaleza puede proclamarse la injusticia de la muerte de su maestro, a la ley, Sócrates decide aceptar el sacrificio de su muerte, pues sabe a ciencia cierta que una polis sin nomos sería un universo de bestias.
En los primeros escritos de Platón, se percibe la influencia de Socrates, en los cuales el filósofo reivindica el terreno de la ley como producto de las convenciones humanas, No obstante, se percata el dramatismo existencial entre las leyes de la naturaleza, por las cuales deben gobernar los más aptos, y las leyes mutables de la vida política, en estricta relación con un ethos democrático.
Derivado de lo anterior podemos observar que el modelo político en ambos filósofos[2] descansa en el primado de la naturaleza, es decir designa a los más aptos para el
gobierno, justificado por un dispositivo mítico-religioso o un esquema metafísico.
El posteriormente, en su libro de la república Platón propone que la polis fuera gobernara por el filósofo-gobernante ya que estarían reuniendo: el poder del pensamiento y el poder del gobernante, ya que un buen gobernante debe tener Frónesis (es la virtud del pensamiento moral, sabiduría), prudencia, y no meramente la
sabiduría contemplativa, para establecer una lectura adecuada de las posibles contingencias.
Plantea despojar a la política de sus propias prácticas y crear una ciencia o arte político, cuya incumbencia esté reservada a unos pocos: “Para Platón, el fluir de la vida política era síntoma de un sistema político enfermo; la espontaneidad, diversidad y turbulencia de la democracia ateniense, una contradicción a todo canon de orden. El orden era producto de la subordinación de lo inferior a lo superior, al dominio de la sabiduría sobre la ambición desnuda, y del conocimiento sobre el apetito”.
La lógica de la democracia, será el sofismo, en tanto que si todas las posiciones valorativas adquieren igual jerarquía, la única posibilidad de construcción política será la generada a partir del debate y el consenso.
La búsqueda de Platón es evitar el principio de anarquía, sustentado no sólo por un relativismo discursivo y en un relativismo que adquiere dominio sobre el conocimiento y la conducta.
El Estado ideal platónico es concebido para proteger la moralidad de los individuos, en este deben desaparecer todos los factores que pueden constituir un principio disolvente, como la propiedad privada, la producción mercantil, las clases económicas, la lucha entre las clases y las fracciones, en un intento, por corregir las causas de la disolución de la comunidad griega.
Platón es el primero en la historia de Occidente en sentar las bases de lo que con posterioridad se dará en llamar “razón de Estado”. “Es el Estado el que debe cuidar que la moral absoluta imaginada y profesada por el filósofo o el político pueda convertirse en moralidad universal. Y desde el momento en que la moralidad se traduce en realidad objetiva, desde el momento en que se la aplican no sólo a ellos
mismos, sino también a los demás, se convierte indefectiblemente en filosofía
estatal de la intolerancia”.[3]
La esencia del orden político es la existencia de mediaciones que permitan el encaminamiento del conflicto, sin que éste implique la destrucción de la unidad política, mecanismos que atenúen las fuerzas vitales de la vida asociada, permitiendo su existencia, intentando reencauzarlas, o transformándolas creativamente cuando ello sea posible.
Plasma en su ideología que la tiranía es el peor modelo político existente, porque se trata de orden por medio de la imposición y su sociedad no es una sociedad política. Por el contrario dicho orden debía ser producido del conocimiento del modelo eterno, para moldear a la comunidad sobre la idea del Bien preexistente.
En la segunda parte del texto el autor analiza al discípulo de Platón: Aristóteles quien también plantea la idea de “naturaleza”, quien encuentra un punto de reconciliación con el primado de la contingencia.
En contraposición con su maestro, el conflicto es constitutivo de las relaciones humanas y por tanto de la política; por lo que su preocupación primaria es la problemática de la gobernabilidad, donde el conflicto aparece como un a priori que no hay que no anular, sino justamente mediatizar o administrar.
Este marca a la democracia como la mejor forma de gobierno y reivindica la importancia de la clase media como la mediación y el nexo más importante para una óptima gobernabilidad.
A diferencia, Aristóteles identifica política y ética, pero su punto de partida es establecer una racionalidad y moralidad práctica cuyos sujetos depositarios serán la gran mayoría, obviamente en alusión directa a la clase media.