1. La hipótesis del silencio
Lo que había sucedido había sido descubierto y comentado siglos antes, pero sin entenderlo: el poder de la opinión pública. Bajo su presión, cientos de miles -no, más bien millones- de votantes habían participado en lo que después se llamaría un «vuelco en el último minuto». A última hora se habían unido a la muchedumbre desde una situación de igualdad con el otro gran partido, lo que los resultados finales del escrutinio reflejaron como una ventaja
El conocimiento va muy por detrás de las mediciones
En un artículo sobre la opinión pública que apareció en 1968 en la International Encyclopedia of the Social Sciences, W Phillips Davison, profesor de Ciencias de la Comunicación y Periodismo en la Universidad de Columbia (Nueva York), escribió: «El conocimiento de la estructura interna de las opiniones públicas, no obstante, sigue siendo limitado y va muy por detrás de las mediciones» (Davison 1968, 192). Ésa era exactamente nuestra situación en 1965. Habíamos medido mucho más de lo que entendíamos. Como atrapados por una corriente, los votantes se vieron arrastrados hacia el partido que, según la expectativa general, iba a vencer.
Toda investigación empieza con un enigma
Ya habíamos formulado la hipótesis de la que íbamos a partir y la habíamos presentado en el Congreso Internacional de Psicología que había tenido lugar en Tokio en el verano de 1972 (Noelle-Neumann 1973). no pusimos en marcha nuestra maquinaria de investigación demoscópica con un cuestionario especialmente diseñado para recoger la clase de observaciones que necesitábamos
El clima de opinión depende de quién hable y quién permanezca en silencio
La hipótesis Los que estaban convencidos de que la nueva Ostpolitik era adecuada, pensaban que sus ideas acabarían siendo aceptadas por todos. Así, estas personas se expresaban abiertamente y defendían confiadamente sus puntos de vista. Los que rechazaban la Ostpolitik se sentían marginados. Se retiraron y se callaron.
Esta misma inhibición hizo que la opinión que recibía apoyo explícito pareciera más fuerte de lo que era realmente, y la otra opinión más débil.
Los que se unieron en el último minuto
las intenciones de voto no giran como veletas en una tormenta, sino que poseen una considerable estabilidad. El efecto del carro ganador solía explicarse aludiendo a la voluntad general de formar parte del bando vencedor. La mayor parte de la gente probablemente no sea tan pretenciosa. A diferencia de la elite, la mayor parte de la gente no espera obtener un cargo o poder con la victoria. Se trata de algo más modesto:
- el deseo de evitar el aislamiento, un deseo aparentemente compartido por todos nosotros. estamos empezando a observar los cientos de señales que permiten saber a una persona que no le rodea un cálido halo de simpatía sino un cerco de exclusión. los que se sienten relativamente aislados de los demás son los que con mayor probabilidad participan en un «vuelco en el último minuto».
- También es probable que los que tengan menos confianza en sí mismos y menos interés por la política cambien su voto en el último minuto. Su baja autoestima hace que pocas de estas personas piensen alguna vez estar entre los vencedores o tocar la trompeta subidos al carro ganador.
- Cuando alguien piensa que los demás le están dando la espalda, sufre tanto que se le puede guiar o manipular tan fácilmente por medio de su propia sensibilidad, como si ésta fuera una brida.
Parece que el miedo al aislamiento es la fuerza que pone en marcha la espiral del silencio. pero si no es posible, porque no se quiere compartir públicamente una convicción aceptada aparentemente de modo universal, al menos se puede permanecer en silencio como segunda mejor opción, para seguir siendo tolerado por los demás. Thomas Hobbes (1969, véase especialmente la pág. 69) escribió sobre el significado del silencio en su libro The Elements of Law, publicado en 1650. El silencio, decía, puede interpretarse como señal de conformidad, ya que es fácil decir no cuando no se está de acuerdo. Hobbes está sin duda equivocado cuando afirma que es fácil decir no, pero tiene razón al suponer que el silencio puede interpretarse como conformidad.
Sacando el fenómeno a la luz del día
Es muy improbable que esta clase de fenómenos se haya sustraído a la atención de hombres sensibles y reflexivos que, como filósofos, estudiosos del derecho e historiadores, han escrito sobre los seres humanos y su mundo El silencio de la Iglesia francesa, nos cuenta, fue un factor de primera importancia: «Los que seguían creyendo en las doctrinas de la Iglesia tenían miedo de quedarse solos con su fidelidad y, temiendo más la soledad que el error, declaraban compartir las opiniones de la mayoría. De modo que lo que era sólo la opinión de una parte… de la nación llegó a ser considerado como la voluntad de todos y a parecer, por ello, irresistible, incluso a los que habían contribuido a darle esta falsa apariencia».
Siguiendo mi recorrido hacia el pasado, encontré observaciones y opiniones impresionantes esparcidas por todas partes. Entre ellas había comentarios de Jean-Jacques Rousseau y David Hume, John Locke, Martín Lutero, Maquiavelo, John Hus e incluso de los escritores de la Antigüedad. El asunto nunca aparecía como tema principal, sino más bien bajo la forma de comentarios marginales. Era como seguir el rastro de un fugitivo, pero poco a poco se fue confirmando la realidad de la espiral del silencio.
2. Comprobación con instrumentos de investigación mediante encuestas
El término «instrumento» puede hacer pensar en alguna clase de aparato visible, sea una diminuta maquinita o una monstruosa obra de ingeniería como un radiotelescopio. Sin embargo, lo que aparece en un cuestionario y se presenta en una encuesta como un conjunto de preguntas es un instrumento de observación, aunque parezca un juego.
«¿Cómo voy a saberlo?»
«Ahora, sin tener en cuenta por un momento su propia opinión, ¿cree que la mayor parte de los habitantes…?» «¿Qué piensa que ocurrirá en el futuro, qué opinará la gente dentro de un año?» La mayor parte de la gente podría perfectamente haber respondido: «¿Cómo voy a saber lo que piensa la mayor parte de la gente, o lo que va a pasar en el futuro? No soy profeta». Pero la gente no respondió eso. Las opiniones de los encuestados sobre el futuro son algo menos seguras, pero incluso las preguntas en torno al futuro de una opinión no producen reacciones de desconcierto.
Descubrimiento de una nueva capacidad humana:
la percepción del clima de opinión
Numerosas colecciones de preguntas siguieron al primer intento de enero de 1971. Como en 1965, confirmaron de forma consistente la aparente capacidad de la gente de captar algo sobre las opiniones mayoritarias y minoritarias, de percibir la distribución de frecuencia de los puntos de vista favorables y contrarios, y todo esto independientemente de las cifras de cualquier encuesta publicada La mayor parte de la gente arriesgará un juicio sobre qué punto de vista en una controversia recibirá mayor apoyo. Hay que aceptar que las observaciones realizadas por la gente incluyen constantemente cientos de asuntos diferentes. En estas ocasiones las señales en las que la gente basa su percepción del clima de opinión deben de estar distorsionadas.
El test del tren
Las personas captan intuitivamente el grado relativo de aceptación de las opiniones contrapuestas. la gente adapta realmente su conducta a la fuerza o la debilidad aparente de las distintas opciones. La hipótesis que había que comprobar era si los diferentes grupos de opinión diferían en su disposición a defender públicamente sus puntos de vista y convicciones. La facción más dispuesta a proclamar su posición tendrá un mayor impacto e influirá más, por tanto, en los demás, que podrían acabar incorporándose a su grupo de seguidores aparentemente mayor o creciente.
Simulando una situación pública
Está claro que las personas extraen sus conclusiones sobre la fuerza o la debilidad de las opiniones no sólo a partir de conversaciones familiares; así que tuvimos que simular otros círculos aparte del familiar para obtener su conducta pública general. Hasta las personas solitarias, con pocos conocidos, consiguen percibir las señales, como mostraba nuestro análisis del «vuelco en el último minuto». La conducta en familia, en el círculo primario, puede ser la misma que en lugares públicos, o puede ser diferente. Pero para la espiral del silencio éste es un asunto secundario.
los que confían en la victoria se pronuncian y los perdedores tienden a callarse
Podíamos medir la disposición de las personas con distintas opiniones sobre determinados temas a airearlas o a permanecer calladas.
Un pin de campaña también es una manera de hablar
Hay que entender qué significa hablar y quedarse callado en sentido amplio. Colocarse un pin en la solapa o poner una pegatina en el coche también son modos de hablar; no hacerlo, aunque se tengan firmes convicciones, es una manera de quedarse callado. La protesta del antiguo vicepresidente Agnew sobre la «mayoría silenciosa» se hizo famosa justificadamente porque tocó una realidad sentida por muchas personas. Era una realidad en la que ellos mismos habían participado, aunque sin ser plenamente conscientes por no haber sido etiquetada explícitamente.
La ventaja de tener grupos habladores en nuestro bando
Los resultados de nuestras encuestas sustentan la afirmación de que, independientemente del asunto de que se trate y de la intensidad de la convicción, algunas personas son más propensas a hablar y otras a quedarse calladas. Esto también sucede con grupos enteros de población. En una situación pública, los hombres están más dispuestos a participar en una conversación sobre temas controvertidos que las mujeres, los jóvenes más que los mayores, y los pertenecientes a estratos sociales superiores más que los pertenecientes a estratos inferiores.
La lengua se suelta cuando uno se siente en armonía con el espíritu de la época
Los cambios de opinión favorecen la investigación
Queríamos simplificar el texto del test del tren no presentando situaciones alternativas con personas partidarias de, u opuestas a, una idea, corriente o persona en particular. Los resultados obtenidos hasta entonces mostraban que este aspecto del entorno no afectaba a la inclinación del entrevistado a hablar o a quedarse callado.
Como hemos descrito, sólo cuando una espiral del silencio se ha desarrollado plenamente y una facción posee toda la visibilidad pública mientras que la otra se ha ocultado completamente en su concha, sólo cuando la tendencia a hablar o a permanecer en silencio se ha estabilizado, las personas participan o se callan independientemente de que las otras personas sean o no amigos o enemigos explícitos.
Se refuta la idea que señala que las personas de izquierdas son menos sensibles al clima de opinión
Esto podría interpretarse, igual que el «efecto del carro ganador», como un esfuerzo por estar con los ganadores, en esta ocasión «olvidando» selectivamente haber votado por otro partido. se produjeron dos descubrimientos llamativos cuando nos fijamos en los resultados del llamado método panel, en el que se pregunta repetidamente a las mismas personas durante un período de tiempo. El primero fue que, cuando se corregía la anterior decisión de voto en una entrevista posterior señalando un partido distinto del que habían dicho inmediatamente después de las elecciones, el cambio no se producía siempre en la dirección del partido ganador (el Partido Socialdemócrata), sino en la dirección de la opinión mayoritaria del grupo al que se pertenecía.
Un nuevo procedimiento para medir la presión de la opinión
En la actualidad el instituto Allensbach mide rutinariamente la fuerza de esas tendencias calculando el grado de polarización y la intensidad de las discusiones políticas vigentes a través de la sobre o subestimación, observada mes tras mes, de los votos declarados a favor de los dos partidos principales en las últimas elecciones generales. Desde 1972 hemos podido interpretar la exageración y la minimización de los votos de uno u otro partido como formas de «hablar» o de «permanecer en silencio». Sin hacer ningún esfuerzo, habíamos encontrado un procedimiento para medir los cambios en la presión de la opinión que hacen hablar o quedarse callada a la gente.
¿Estamos dispuestos a defender públicamente una opinión? Una batería de preguntas al respecto
En 1975 incluimos por primera vez en una encuesta una batería de preguntas encaminadas a sacar a la luz la inclinación del individuo a apoyar públicamente a un partido político. No todas requerían actividad pública, ya que las personas que no quisieran participar en acciones públicas, pero desearan mostrar la lealtad a su partido tendrían que poder encontrar alguna manera de hacerlo, como, por ejemplo, mediante una aportación económica. La batería de preguntas que pretendía medir la disposición de la gente a apoyar en público a su partido demostró ser un instrumento delicado y sensible.
3. El miedo al aislamiento como motivo
Después de dos rondas en las que todos los participantes se mostraban inequívocamente de acuerdo sobre la línea correcta, la situación cambiaba repentinamente. Todos los ayudantes del experimentador, de siete a nueve personas que estaban al corriente del experimento, decían que la línea correcta era una claramente demasiado corta. El único sujeto no avisado del grupo, el único que no estaba al corriente, se encontraba sentado al final de la fila. Lo que se investigaba era lo que sucedía con su conducta bajo la presión de una opinión unánime contraria a la evidencia de sus sentidos.
El experimento de laboratorio clásico de Solomon Asch demuestra que pocos individuos confían en sí mismos
incluso en una tarea inofensiva que no afecta a sus intereses reales y cuyo resultado debería resultarles completamente indiferente, la mayor parte de las personas se unirán al punto de vista más aceptado aun cuando estén seguros de su falsedad. Esto fue lo que Tocqueville describió así: «Temiendo el aislamiento más que el error, aseguraban compartir las opiniones de la mayoría». Asch trabaja en la tradición de los llamados «experimentos de laboratorio». Puede controlar hasta el último detalle relevante de la situación experimental:
- La ubicación de las sillas, la conducta de sus ayudantes durante las sesiones, el grado de claridad de la diferencia de longitud entre las líneas, etc.
- La configuración experimental, el «laboratorio», le permite crear una situación inequívoca y mantenerla constante para todos los sujetos. La encuesta es un instrumento de investigación mucho más «sucio» porque está sometida a diversas perturbaciones y contaminaciones.
Dos motivos de la imitación: el aprendizaje y el miedo al aislamiento
«Temían el aislamiento más que el error» era la explicación de Tocqueville. A finales de siglo, un compatriota suyo, el sociólogo Gabriel Tarde, dedicó una gran parte de su obra al estudio de la capacidad de y la tendencia humana a la imitación, y se refirió a una necesidad humana de mostrarse de acuerdo en público con los demás.
Pero en él la imitación no se explica como un resultado del temor a ser excluido por desaprobación sino como un modo de aprendizaje. Las personas observan la conducta ajena, aprenden que existe esta o aquella conducta posible y, cuando se presenta la ocasión, la ponen en práctica ellos mismos. El carácter negativo de etiquetas como «conformista» o «gregario» muestra que la tendencia a la imitación va contra el ideal de autonomía individual. Es una imagen con la que casi nadie quiere que le identifiquen, aunque muchos estarían de acuerdo en que podría describir «al otro». El esfuerzo que dedican a observar el entorno parece ser un precio menor a pagar en comparación con el riesgo de perder la estimación de los otros seres humanos; de ser rechazados, despreciados, de estar solos.
¿Estamos negando la naturaleza social de los seres humanos?
El problema consiste en hacer empíricamente visible y teóricamente inteligible la atención que los individuos prestan a las opiniones del grupo. Nuestra naturaleza social nos hace temer la separación y el aislamiento de los demás y desear ser respetados y queridos por ellos. Nuestra naturaleza social nos hace temer la separación y el aislamiento de los demás y desear ser respetados y queridos por ellos.
Un experimento de campo para simular la amenaza de aislamiento
¿Por qué se aferran los investigadores a una herramienta de investigación tan imperfecta y perecedera como la encuesta, un método que proporciona estímulos relativamente débiles y es difícil de controlar? Porque tiene la ventaja de recoger el término «campo»: la naturalidad de todas las circunstancias; y porque el método implica la posibilidad de observar una muestra representativa de la población, no sólo esos famosos grupos que pueden conseguirse para experimentar en el laboratorio y en los que se basan tantas investigaciones sociales experimentales.
Fumando en presencia de no fumadores: el test de la amenaza
Los resultados confirmaron las expectativas.
Después de haber sido amenazados verbalmente, los fumadores que habían defendido su derecho a fumar en presencia de no fumadores mostraban un interés notablemente menor por participar en una discusión sobre ese tema en un compartimento de tren. Los test empíricos también pueden hacer visible la otra parte de la espiral del silencio. Los no fumadores tienden a perder la confianza en sí mismos y, consiguientemente, la proclividad a expresar su opinión.
Reacciones ante situaciones de encuesta como si éstas fueran reales
Los resultados del test de la amenaza no sólo nos permiten desvelar el proceso de la espiral de silencio; también nos hace avanzar en otro terreno. Apoyan la suposición de que muchas personas imaginan tan vivamente las situaciones descritas en las encuestas que reaccionan ante ellas como si fueran reales.
¿A quién le pinchan las ruedas?
Ruedas pinchadas, carteles arrancados o rotos, ayuda negada a un forastero perdido… esta clase de situaciones demuestra que la gente puede sufrir incomodidades e incluso peligros cuando el clima de opinión está en contra de sus ideas. Cuando la gente intenta evitar el aislamiento, no está reaccionando hipersensiblemente ante trivialidades. Es un asunto vital que puede suponer riesgos reales. La sociedad exige una rápida conformidad en torno a las cuestiones que están experimentando cambios. Debe hacerlo para mantener un grado suficiente de unidad que le permita permanecer integrada.
4. ¿Qué es la opinión pública?
Generaciones de filósofos, juristas, historiadores, politólogos e investigadores del periodismo se han tirado de los pelos intentando formular una definición clara de la opinión pública.
Cincuenta definiciones
Desde entonces el concepto se ha disuelto cada vez más hasta volverse totalmente inútil a efectos prácticos. A mediados de los años sesenta un profesor de Princeton, Harwood Childs (1965, 14-26), encontró cincuenta distintas en la literatura existente. En los años cincuenta y sesenta se decía que la opinión pública era una ficción que pertenecía al museo de la historia de las ideas.
En 1962, en su discurso inaugural sobre “El cambio estructural en el concepto de lo público: la investigación de una categoría en la sociedad burguesa”, Jürgen Habermas comentaba que “no sólo el uso coloquial… se aferra a él, sino también los científicos y los investigadores, especialmente de derecho, política y sociología, que aparentemente no pueden reemplazar categorías tradicionales como la de «opinión pública» por términos más precisos”.
«La opinión pública no es el nombre de ninguna cosa, sino una clasificación de un conjunto de cosas»“ (Davison 1968, esp. pág. 188).
“El que desee comprenderlo y definirlo se dará cuenta enseguida de que está tratando con un Proteo, un ser que aparece simultáneamente con mil máscaras, tanto visible como fantasmal, impotente y sorprendentemente poderoso, que se presenta bajo innumerables formas y se nos escapa siempre entre los dedos en cuanto creemos haberlo aferrado firmemente… Algo que flota y fluye no puede entenderse encerrándolo en una fórmula… Después de todo, cuando se le pregunta, todo el mundo sabe exactamente qué significa la opinión pública” (Oncken 1914, esp. 224225, 236).
La espiral del silencio como proceso de creación y propagación de la opinión pública
A principios de los años setenta, yo estaba desarrollando la hipótesis de la espiral del silencio, la cual podría ser una de las formas de aparición de la opinión pública. Como un proceso por el que creciera una opinión pública nueva, o por el que se propagara el significado transformado de una opinión antigua.
Meinung y opinión significan cosas distintas
La investigación sobre el significado de Meinung (opinión un alemán) nos llevó hasta La república de Platón, donde Sócrates expone un concepto de opinión muy semejante al concepto alemán tradicional:
-¿Entonces piensas que la opinión es más oscura que el conocimiento pero más clara que la ignorancia? -le pregunté.
-Mucho más -respondió.
-¿Se encuentra entonces entre ambos?
-Sí.
-¿La opinión está, pues, entre los dos?
-Exactamente (Platón 1900, 165-166).
Kant caracterizó la opinión como “un juicio insuficiente, tanto subjetiva como objetivamente”. Los anglosajones y los franceses, por el contrario, veían la opinión (opinión) como algo más complejo. Prescindían de lo valiosa o inútil que pudiera ser y la interpretaban como el acuerdo unificado de una población o de un determinado segmento de población.
Acuerdo que exige reconocimiento
La interpretación inglesa y francesa tiene mucho más sentido que la preocupación alemana por el valor o la falta de valor de la opinión. Los individuos observarían el consenso de su medio y lo compararían con su propia conducta. No tiene que tratarse necesariamente de un consenso de opinión; puede tratarse de opciones de conducta: llevar una insignia o no, ceder el asiento a un anciano o permanecer sentado en un transporte público.
Tres significados de “público”
La interpretación de “público”:
- Habermas afirmaba: “el uso de «público» y de «lo público» muestra una multiplicidad de sentidos distintos” (1962, 13).
- La acepción legal de “público”, subraya el aspecto etimológico de “apertura”: es lo abierto a todo el mundo -un lugar público, un juicio público- en cuanto distinto de la esfera privada (del latín privare), que es algo distinguido o apartado como propio.
- Un segundo significado en los conceptos de derechos públicos y poder público. En este caso, “público” denota alguna implicación del Estado, relacionado con los intereses públicos, trata de asuntos o problemas que nos atañen a todos, relacionados con el bienestar general.
- El tercer sentido de “público” podría caracterizarse como psicosociológico. El individuo no vive sólo en ese espacio interior en el que piensa y siente. Su vida también está vuelta hacia afuera, no sólo hacia las otras personas, sino también hacia la colectividad como un todo.
El individuo expuesto queda protegido por la intimidad y familiaridad infundida, en las grandes civilizaciones el individuo está aún más expuesto a las exigencias de la sociedad, derivado del miedo al aislamiento, a la mala fama, a la impopularidad. Esto hace que la persona desee prestar atención al entorno y se vuelva así consciente del “ojo público”. Los individuos corrientes siempre saben si están expuestos a u ocultos de la visión pública, y se comportan en consecuencia.
Los investigadores sin embargo han dejado de ver que el individuo aislado es temeroso de la opinión de sus iguales.
Opiniones que pueden expresarse en público sin aislarse
1. la capacidad humana de percibir el crecimiento o debilitamiento de las opiniones públicas
2. las reacciones ante esta percepción, que impulsan a hablar más confiadamente o a callarse
3. el temor al aislamiento que hace que la mayor parte de la gente tienda a someterse a la opinión ajena.
Con estos tres elementos podemos construir una definición operativa de la opinión pública: opiniones sobre temas controvertidos que pueden expresarse en público sin aislarse. Esta interpretación de la opinión pública sólo se aplica a situaciones en las que las opiniones compiten entre ellas, cuando las nuevas ideas emergentes están encontrando aprobación o se están desmoronando las concepciones existentes.
La espiral del silencio sólo aparece en el estado fluido. Por ejemplo, cuando un bando habla de exclusión de extremistas de la función pública y el otro de obstaculización del derecho personal a ejercer una profesión, cada bando tiene su propio idioma y podemos comprobar el movimiento de la espiral del silencio observando la frecuencia con que la mayoría utiliza cada término. Cuando las opiniones y las formas de comportamiento se han impuesto, convirtiéndose en costumbre o tradición, no podemos seguir reconociendo en ellas un elemento de controversia, requisito esencial para que pueda haber aislamiento, el cual sólo se activa tras una contravención, cuando se ha violado una opinión pública, una tradición o una moral firmemente establecida.
Hay que completar la definición de la opinión pública porque, en el terreno de las tradiciones, la moral y las normas consolidadas, las opiniones y comportamientos de la opinión pública son opiniones y comportamientos que hay que expresar o adoptar si uno no quiere aislarse.
La opinión pública como aprobación y desaprobación
Según nuestra definición, la opinión pública no está restringida a ningún tema particular. De lo que se trata es de la aprobación o la desaprobación de opiniones y comportamientos observables públicamente. La espiral del silencio es una reacción ante la aprobación y la desaprobación patente y visible en el marco de constelaciones cambiantes de valores. La opinión pública no le pertenece sólo al “público políticamente activo” de Habermas (1962, 117). Todos estamos implicados.
Un viaje por el pasado: Maquiavelo, Shakespeare, Montaigne
Francia del siglo XVIII (país en que apareció por primera vez el término de opinión pública). En una famosa novela publicada en 1782, Las amistades peligrosas, se el término l’opinion en un pasaje donde se narra un intercambio epistolar entre una mujer sofisticada y una joven dama. La mujer mayor aconseja a su amiga que evite la compañía de un hombre de mala reputación.Aquí vemos actuar a la opinión pública como un tribunal de justicia en esferas muy alejadas de la política y de las personas caracterizadas por sus opiniones políticas.
Shakespeare describe una conversación entre el rey Enrique IV y su hijo, el futuro Enrique V. El rey reprende a su hijo porque se le ve demasiado a menudo en mala compañía. La opinión es de la mayor importancia. El rey dice que la opinión le ha elevado al trono. En el término inglés opinión parecía contener un grado suficiente de “publicidad”, esa cualidad de tribunal de justicia creador y destructor de reputaciones. La idea de que un gobernante o un futuro rey debiera prestar atención a la opinión de su medio, de su público general, no era ciertamente nada extraño o nuevo para Shakespeare. Su siglo estaba familiarizado con El príncipe (1514), de Maquiavelo, con secciones importantes que aconsejaban a los gobernantes el mejor modo de tratar al público.
Maquiavelo y Shakespeare nos han proporcionado, sin embargo, una nueva intuición, la de que el tribunal de justicia llamado opinión pública no sólo hace temblar por su reputación a la gentecilla sin importancia. También los príncipes, los señores y los gobernantes están sometidos a sus dictados.
El descubridor de la dimensión pública: Montaigne
Michael Raffel (1984) resumió los descubrimientos de su tesina de licenciatura en un artículo titulado “El creador del concepto de opinión pública: Michel de Montaigne”. En la edición de 1588 de sus ensayos, unos setenta años después de la aparición de los Discorsi de Maquiavelo, Montaigne utilizó en dos ocasiones el sustantivo colectivo l´opinion publique. Explicó por qué sus escritos estaban salpicados de tantas citas de escritores de la antigüedad de esta manera: “En realidad, la opinión pública es la que me hace presentarme con todos estos adornos prestados” (Montaigne 1962, 1033). La segunda vez que empleó la expresión “opinión pública” fue al tratar la cuestión de cómo podían cambiarse las costumbres y las ideas morales. Según Platón, decía, la pederastia era una pasión peligrosa. Para combatirla, Platón aconsejó (en Las leyes) que la condenase la opinión pública.
No es casual que Montaigne se fijara tanto en la naturaleza social del hombre y en la fuerza de la notoriedad, la aprobación pública y la condena pública. La experiencia del cambio de creencias, la lucha religiosa entre católicos y protestantes iniciadas cuando Lutero expuso sus noventa y cinco tesis en 1517. Esa lucha adoptó en Francia la forma de las guerras de religión (1562-1589).
5. La ley de la opinión:
John Locke
En su Ensayo sobre el entendimiento humano publicado en 1671, John Locke cuenta que solía reunirse para conversar con amigos, donde se daban discusiones en las que no hacían ningún progreso. Los amigos le pidieron a Locke que redactara unas notas sobre el curso de la conversación antes de que volvieran a reunirse. Escribió más y más notas, y a partir de ellas acabó naciendo el libro.
El Londres de 1670 debía de ser una ciudad maravillosa. Se discutía por todas partes: en el Parlamento, en las redacciones de los periódicos, en los cafés y en los círculos privados.
Hay que distinguir tres tipos de leyes
- la ley divina;
- la ley civil;
- la ley de la virtud y el vicio, de la opinión o la reputación o la ley de la moda: Para comprenderla correctamente hay que tener en cuenta que, cuando los hombres se unen en sociedades políticas, aunque entreguen a lo público la disposición sobre toda su fuerza, de modo que no puedan emplearla contra ningún conciudadano más allá de lo que permita la ley de su país, conservan sin embargo el poder de pensar bien o mal, de aprobar o censurar las acciones de los que viven y tienen trato con ellos”
Reputación y moda: pautas de un lugar determinado en un momento determinado
La medida de lo que en todas partes se llama y considera “virtud” y “vicio” es esta aprobación o desagrado, alabanza o condena, que se establece por un consenso secreto y tácito en las distintas sociedades… del mundo, y por la que distintas acciones suscitan crédito o reprobación de acuerdo con el juicio, los principios o las modas del lugar… Pero nadie escapa al castigo de su censura y desagrado si atenta contra la moda y opinión de las compañías que frecuenta…
No hay alguien lo suficientemente firme e insensible como para soportar el desagrado y la censura constantes de su propio círculo. Nadie puede vivir en sociedad con la continua aversión y mala opinión de los familiares y las personas con las que trata.
El tribunal de la opinión pública obliga a los hombres a amoldarse por miedo al aislamiento. Locke escribe:
“Creo que debo decir que el que se imagina que el encomio y la ignominia no son motivos suficientemente fuertes como para que los hombres se adapten a las opiniones y las reglas de aquellos con los que tienen trato, demuestra poco conocimiento de la naturaleza. Porque la mayor parte de ésta se guía principalmente por esta ley de la moda. Y por eso hacen lo que mantiene su buena reputación entre sus conocidos, teniendo poco en cuenta las leyes de Dios o las del juez.
La mayor parte de los hombres, reflexionan pocas veces seriamente sobre los castigos que conlleva el incumplimiento de la ley de Dios. Y en cuanto a los castigos derivados de las leyes del Estado, se forjan ilusiones con la esperanza de la impunidad. Pero nadie que atente contra la moda y la opinión de las compañías que frecuenta, se libra del castigo de la censura y el desagrado de éstas.”
Locke esboza una terminología de tres niveles: se habla de deberes y pecados respecto a la ley divina; de lo legal y lo ilegal respecto a la ley civil; de virtud y vicio respecto a la ley de la opinión y de la reputación.
Los métodos de investigación social del siglo XX nos han permitido ver cómo las personas perciben el ambiente de opinión de manera muy semejante a la observada por Locke. Éste describe la naturaleza social de los seres humanos con diversas expresiones. Dicho de otro modo: lo que llamamos nuestra opinión no nos pertenece, sino que es un simple reflejo de las opiniones de los demás”.
Locke no pone límites de contenido a su “ley de la opinión”; pero subraya que lo que importa es el elemento evaluativo: siempre se expresa alabanza o censura. Caracteriza el consenso al que se aferran estas opiniones como un “consenso tácito y secreto”. Nos enfrentamos, con la opinión, con la pauta de “ese lugar”. Ese acuerdo, el cuerpo de opinión respetado por el individuo, existe en un lugar y un momento determinados. Los individuos, en consecuencia, pueden modificar su relación con la opinión trasladándose a algún lugar suficientemente lejano, y pueden esperar que, con el tiempo, las cosas cambien. Las opiniones son transitorias. La expresión “opinión pública” está presente en la obra de Locke en su idea de acuerdo, que sólo puede interpretarse como una cuestión de unidad social y, por lo tanto, pública; y en su insistencia en el “lugar”, con su connotación de espacio público por excelencia.
Locke también insiste en conceptos como “reputación”, es decir, en conceptos psicosociológicos que muestran la completa dependencia de los seres humanos respecto al medio social. Como la gente tiende a desconfiar de las nuevas opiniones y a desdeñarlas precisamente porque son nuevas y todavía no están de moda.
Cita un pasaje de Cicerón: “No hay nada mejor en el mundo que la integridad, la alabanza, la dignidad y el honor”.
6. El gobierno se basa en la opinión:
David Hume, James Madison
David Hume recoge las ideas de Locke y las convierte en una teoría del Estado. Como la gente tiende naturalmente a prestar atención a las opiniones y a amoldarse a las opiniones del medio, la opinión es esencial para los asuntos del Estado. El poder concentrado de opiniones semejantes mantenidas por personas particulares produce un consenso que constituye la base real de cualquier gobierno. Hume se guía por el principio que afirma: “El gobierno sólo se basa en la opinión”.
Facilidad con que unos pocos gobiernan a muchos y la docilidad implícita con que los hombres someten sus propios sentimientos y pasiones a los de sus gobernantes. Los gobernantes no tienen nada que les sostenga excepto la opinión, se funda en ella.
Con Hume, la perspectiva desde la que afrontamos el tema de la opinión se desplaza de la presión que ejerce sobre los individuos a la que ejerce sobre los gobiernos. Este autor centró su interés en el gobierno. También él temía los castigos con que amenazaba la ley de la opinión o de la reputación a cualquiera que suscitase desaprobación; sin embargo, era menos sensible a los castigos que a las recompensas que, según la ley de la opinión, esperan a los que reciben aprobación y reconocimiento.
El amor a la fama: el lado luminoso de la opinión pública
Hume titula “Del amor a la fama” el capítulo en que trata sobre la opinión pública. Tras describir cómo la virtud, la belleza, la riqueza y el poder hacen sentirse orgullosos a los hombres, y cómo los oprimen la pobreza y la servidumbre, sigue así: “Pero, además de estas causas originales de orgullo y humildad, hay una causa secundaria en las opiniones de los demás, que tienen la misma influencia sobre los afectos. Nuestra reputación, nuestra fama, nuestro nombre son razones de enorme peso e importancia. Las otras causas de orgullo -la virtud, la belleza y la riqueza- influyen poco cuando no las secundan las opiniones y los sentimientos de los demás”.
Hume, ve la magnitud de los efectos que se producen cuando los hombres quieren evitar enfrentarse con su medio. Aprueba expresamente esta sensibilidad humana hacia el entorno y no la considera en absoluto como una debilidad. Se ocupa de los que se hallan en el lado feliz, e intenta establecer un límite a partir del cual el amor a la fama podría ir demasiado lejos. Hume entiende con claridad que sus reflexiones se aplican ante todo a los círculos sociales más elevados. Escribe: “Tener en cuenta convenientemente… la posición social que se ocupa puede clasificarse entre las cualidades que resultan inmediatamente agradables a los demás”.
Ciertamente, Hume se mueve dentro del esquema general de Locke sobre la relación entre el individuo y el público situada en un “lugar” determinado, pero enfoca esta relación de un modo completamente distinto. Su idea del público es mucho más parecida a la que Habermas: “Lo que es, brilla a la luz pública y todos pueden verlo. Cuando los ciudadanos se relacionan entre ellos, las cosas salen en la conversación y adquieren forma. Cuando esas mismas personas discuten entre ellas, los mejores se distinguen y alcanzan su ser, la inmortalidad de la fama… De este modo la ciudad-Estado ofrece un campo abierto para el éxito honorable.”
El hombre es tímido y precavido
En El federalista, James Madison investigó cuidadosamente las implicaciones del principio, según el cual “todo gobierno se basa en la opinión… Todo gobierno se basa en la opinión, no lo es menos que el poder de la opinión sobre cada individuo y su influencia práctica sobre su conducta depende en gran medida del número de personas que él cree que han compartido la misma opinión.
Las épocas revolucionarias aguzan la capacidad de sentir la exposición pública como una amenaza
¿Podría ser que el talento de Locke y Madison para percibir las amenazas del público hubiera sido aguzado por las revoluciones que habían vivido? En épocas de cambios drásticos es muy necesario prestar atención a cómo hay que comportarse para no quedarse aislado. Lo que hay que hacer o decir o dejar de hacer o decir es tan obvio que la presión de la conformidad actúa como la presión atmosférica bajo la que vivimos: no nos damos cuenta de ella. Pero en épocas prerrevolucionarias y revolucionarias se experimentan nuevas sensaciones. El apoyo de la opinión va abandonando a los gobiernos hasta que éstos acaban derrumbándose; y los individuos, perdida la confianza y la seguridad de lo que hay que alabar o condenar, intentan vincularse a las nuevas pautas. En esas épocas tan agitadas y bajo estas presiones resulta más fácil entender el funcionamiento de la opinión pública y hallar palabras adecuadas para describirlo.
1661: Glanvill crea el concepto de “clima de opinión”
En una época tranquila no esperamos encontrar a alguien concibiendo la ley completa de la opinión o de la reputación, con sus castigos y sus recompensas. El filósofo inglés Joseph Glanvill creó la expresión “clima(s) de opiniones”: “Así que ellos [los dogmáticos], que nunca se han asomado más allá de la creencia en la que sus cómodos entendimientos, fueron adoctrinados inicialmente, están indudablemente seguros de la verdad y de la excelencia comparativa de lo que han heredado, mientras que las almas más grandes, que han trabajado los diversos climas de opinión, son más cautas en sus decisiones y más parcas al sentenciar”. El clima rodea totalmente al individuo desde el exterior. Pero simultáneamente está dentro de nosotros, ejerciendo la mayor influencia sobre nuestra sensación de bienestar.
La espiral del silencio es una reacción ante los cambios en el clima de opinión. La expresión “clima de opinión” representa mejor que la de “opinión pública” la idea de una distribución de frecuencias, de una fuerza relativa de las diversas tendencias contradictorias. El término “clima”, además, trae a la mente la imagen del espacio y el tiempo, como el concepto de “campo” de Kurt Lewin; e incluye el sentido más completo de lo “público”.
Descartes comprendió intuitivamente la espiral del silencio
Descartes, ejemplifica la corrección de nuestra suposición de que, en los períodos revolucionarios, lo público se experimenta más como una amenaza, mientras que en los períodos de orden se experimenta más como un ámbito en el que uno puede enaltecerse. Entiende intuitivamente la espiral del silencio como un proceso que alimenta a la nueva opinión pública en desarrollo.
En 1640 envió las Meditaciones metafísicas a “los más sabios e ilustres: el decano y los doctores de la sagrada facultad de teología de París”. En una carta les pidió que, teniendo en cuenta el gran respeto público de que disfrutaban, dieran “testimonio público” en apoyo de sus ideas. Este ruego, decía, se basaba en la esperanza de que su apoyo pudiera “hacer fácilmente que todos los hombres de pensamiento y conocimiento aprobaran el juicio de ustedes. Y su autoridad forzaría a los ateos, que suelen ser más arrogantes que doctos o juiciosos, a superar su espíritu de contradicción; o podría posiblemente llevarles a defender los razonamientos aceptados como demostraciones por todas las personas respetables, para que no pareciera que no los entendían”.
7. El lanzamiento del término “opinión pública”: Jean-Jacques Rousseau
Rousseau, el 2 de mayo de 1744, escribe una carta a Amelot, el ministro francés de Asuntos Exteriores, disculpándose por haber advertido demasiado claramente al noble veneciano Chevalier Erizzo que la “opinión pública”, ya le consideraba simpatizante de Austria. Rousseau utiliza aquí la expresión “opinión pública” para aconsejar la opinión pública se considera en ambos casos como un tribunal de cuya desaprobación hubiera que protegerse.
Lo público es lo que todos pueden ver
Rousseau era muy sensible ante el aspecto amenazante de la publicidad, de lo público. Su naturaleza solitaria le ofreció la oportunidad de adquirir una experiencia excepcional en este campo. “Sólo veía el horror de ser reconocido y proclamado en público y en mi presencia como un ladrón, un mentiroso y un calumniador”.
En términos sociales, la opinión pública fomenta la cohesión; pero, como hace adaptarse a los individuos a la moral y la tradición, es una fuerza conservadora, y protege a la moral de la decadencia. Su valor radica, pues, en sus funciones morales, no intelectuales.
La opinión pública como guardiana de la moralidad y de las tradiciones
Rousseau creía que la vida social había estado mejor regulada en el pasado remoto, cuando los salvajes vivían juntos en un Estado natural. Sostenía que las formas más estables de la opinión pública eran los recursos más importantes que debía proteger una sociedad, ya que en ellos se recogían las cualidades esenciales del pueblo. El Estado se construye sobre tres clases de leyes: el derecho público, el derecho penal y el derecho civil. Después explicaba: “Además de estas tres clases de leyes hay una cuarta, que está gravada en los corazones de los ciudadanos; cuya fuerza se renueva cada día, que mantiene en el pueblo el espíritu de sus instituciones originales y sustituye imperceptiblemente la fuerza del hábito por la de la autoridad. Me refiero a los modales, la moral, las costumbres y a la opinión pública”.
En El contrato social Rousseau inventa un tribunal especial, el “censor”, con el único objeto de fortalecer la opinión pública como guardiana de la moralidad pública. “La opinión pública es una clase de ley administrada por el censor y que él, sólo aplica en casos específicos”… “La censura conserva los modales y la moral evitando la corrupción de las opiniones, conservando su rectitud con medidas inteligentes y, en ocasiones, incluso determinándolas cuando todavía son dudosas”.
Un acuerdo tácito sobre una norma moral constituye, para Rousseau, la base sobre la que puede erigirse una sociedad, y ese consenso moral colectivamente estable es lo “público”.
Todo lo que puede hacerse es que el censor recalque los principios morales básicos. El censor comparte esta limitación con el príncipe. El príncipe tampoco tiene medios de poder ni puede promulgar leyes.. La iniciativa de promulgar leyes procede, sin embargo, del príncipe. Para realizar esta tarea necesita una posición ventajosa desde la que sondear el clima de opinión, tarea “de la que se ocupa en secreto el gran legislador”. Las actividades del censor le ayudan en este trabajo de observación. El príncipe debe decidir qué convicciones del pueblo son lo suficientemente vívidas como para sostener una legislación. La ley sólo puede basarse en un acuerdo previo, en el sentido de comunidad que constituye el fundamento real del Estado. “Igual que un arquitecto, antes de levantar un gran edificio, observa y sondea el terreno para ver si va a poder soportar el peso, el legislador inteligente no comienza por redactar leyes buenas en sí mismas, sino que primero investiga si el pueblo al que van destinadas es capaz de soportarlas”.
Rousseau no especifica la relación exacta entre la volonté générale (que distingue de la volonté de tous, privada y egoísta) y la opinión pública. “Igual que la ley es el medio por el que se expresa la voluntad general, la censura es el medio de expresión de la opinión del pueblo”. La volonté générale podría imaginarse quizá como una consolidación de la opinión pública; y a su vez se consolida en las leyes que proceden de ella misma. “Las leyes no son otra cosa que verdaderos actos de la voluntad general” (98). David Hume afirmaba el poder legitimador de la opinión pública en su principio: “El gobierno sólo se basa en la opinión” (Hume 1963, 29). Rousseau también afirma lo mismo: “La opinión, reina del mundo, no está sometida al poder de los reyes; ellos mismos son sus primeros esclavos”.
La idea de una concepción colectiva de lo bueno y lo malo en el pueblo indujo a Rousseau a acuñar el concepto de la “la religión civil” entendida como una serie de principios que no pueden contradecirse en público sin quedar aislados; es decir un producto de la opinión pública.
La opinión pública como protectora de la sociedad y enemiga de la individualidad
En la medida en que el individuo respetase esa opinión como guardiana de la moralidad tanto por miedo al aislamiento, como para no exponerse al dolor de la desaprobación, “no sólo en pleno campo y en caminos rurales, sino incluso en medio de la calle”.
Rousseau nos dice que, cuando “empezó a valorarse el respeto público”, la naturaleza del hombre cambió. Ahora, afirma, debemos aceptar este hecho de nuestra naturaleza como irrefutable: “El hombre, como ser social, siempre está orientado hacia el exterior. Logra la primera sensación básica de la vida a través de la percepción de lo que los demás piensan de él”.
Según Rousseau, el hombre está dividido en dos seres; uno contiene su naturaleza real, sus “verdaderas necesidades”, inclinaciones e intereses; el otro se configura bajo el yugo de la opinión. Explica la diferencia con el ejemplo del intelectual.
La transacción, elemento necesario de la relación con la opinión pública
El aspecto esencial de la opinión pública, permitiéndonos reconocer por fin todas sus manifestaciones: representa una transacción entre el consenso social y las convicciones individuales. El individuo se ve obligado a buscar una solución intermedia, obligado por el “yugo de la opinión” y por su naturaleza separación y al aislamiento.
8. La opinión pública como tiranía: Alexis de Tocqueville
Si el objetivo de nuestra investigación histórica es descubrir qué significaba el concepto de “opinión pública” para los que lo acuñaron, podemos concluir ya que hay buenas razones históricas para adoptar un concepto de la opinión pública basado en el miedo al aislamiento y en su resultado, la espiral del silencio.
Es posible que las sociedades difieran en el grado en que sus miembros temen el aislamiento, pero en todas las sociedades hay una presión hacia la conformidad, y el miedo al aislamiento es lo que da eficacia a esa presión.
Lo que Thorstein Veblen describió a comienzos del siglo XX como el comportamiento estadounidense de búsqueda de estatus en The Theory of the Leisure Class (Teoría de la clase ociosa, 1970; primera edición de 1899) era el mismo tipo de práctica condenada por Rousseau en su oposición a lo que Veblen llamaría después consumo conspicuo. La transacción entre la opinión pública y la naturaleza individual, usando la pareja de opuestos de Rousseau, favorecía en los Estados Unidos a la opinión pública y exigía el sometimiento del individuo.
Tocqueville fue el primer observador consciente del funcionamiento de la espiral del silencio. Tomó como ejemplo la decadencia de la Iglesia francesa antes de la Revolución, y mencionó siempre que pudo el significado de hablar y callar en relación con la opinión pública (1948, 1:263). Además, su enfoque de la opinión pública se parece mucho a lo que podemos conocer actualmente con los métodos empíricos de observación. Vio en su centro, como nosotros en la actualidad, el miedo al aislamiento y la tendencia al silencio. Tocqueville no escribió ningún libro sobre la opinión pública, ni tituló así ningún capítulo; pero su obra está llena de descripciones, valoraciones, explicaciones y análisis de las consecuencias de la opinión pública.
Para Tocqueville la opinión pública era en los Estados Unidos una pesada presión, una carga, una coerción hacia la conformidad o, en términos de Rousseau, un yugo bajo el cual debía humillarse el miembro individual de la sociedad: En las aristocracias los hombres poseen con frecuencia mucha grandeza y fuerza personal. Cuando se encuentran discordes con la mayoría de sus compatriotas se retiran a su propio círculo, donde hallan apoyo y consuelo. Esto no sucede en los países democráticos.
En éstos el favor público parece tan necesario como el aire que respiramos, y discrepar de la muchedumbre es como no vivir. La muchedumbre no necesita leyes para coaccionar a los que no piensan como ella. Le basta la desaprobación pública. La sensación de soledad e impotencia los sobrecoge y les hace desesperar
No conozco ningún país en que haya tan poca independencia mental y verdadera libertad de discusión como en América.
La igualdad explica el poder de la opinión pública
En la introducción de su libro, Tocqueville escribió: “Entre las novedades que me llamaron la atención durante mi estancia en los Estados Unidos, nada me impresionó tan poderosamente como la igualdad general de posición entre la gente.
Intentando descubrir las causas de esa tendencia insaciable hacia la igualdad, descubrió un proceso de alcance mundial. Si examinamos lo que ha sucedido en Francia cada medio siglo desde el siglo XI, no podremos dejar de notar que, al final de cada uno de estos períodos, se ha producido una doble revolución en el estado de la sociedad. El noble ha bajado en la escala social y el plebeyo ha subido. Uno desciende cuando el otro asciende.
El desarrollo gradual del principio de igualdad es, pues, un hecho providencial. Tiene todas las características principales de este tipo de hechos: es universal, es duradero, elude continuamente todas las interferencias humanas y todos los acontecimientos, al tiempo que todos los hombres contribuyen a su progreso.
Tocqueville explica por qué la igualdad de categoría social causa el predominio de la opinión pública: Cuando los rangos sociales son desiguales y los hombres distintos unos de otros en su condición, hay algunos individuos que disponen del poder de una mayor inteligencia, saber e ilustración, mientras que la muchedumbre está hundida en la ignorancia y en el prejuicio. Los hombres que viven en estas épocas aristocráticas son por ello inducidos naturalmente a configurar sus opiniones según el modelo de una persona superior, o de una clase superior de personas, y se oponen a reconocer la infalibilidad de la masa del pueblo. En las épocas de igualdad sucede lo contrario. Cuanto más se acercan los ciudadanos al nivel común de una posición igualitaria y semejante, tanto menos dispuesto está cada uno a tener una fe absoluta en un hombre determinado o una clase determinada de hombres.
Como vemos, Tocqueville interpreta la opinión pública como la opinión de la mayoría numérica.
9. Creación del concepto de “control social” y marginación del de “opinión pública”
Un concepto de opinión pública hecho a la medida de los investigadores y los periodistas
¿Cómo pudo “opinión pública” llegar a significar algo tan diferente de lo que había denotado durante siglos? Opiniones expresadas públicamente, influencia en el gobierno… reconocemos esta parte de la definición de Speier. Pero la otra parte es nueva: sólo cuentan las opiniones relativas a asuntos de interés nacional, sólo las opiniones de las personas cuyos juicios merecen respeto. Esto constituye una restricción radical del concepto, a la vez que un cambio cualitativo. Se trata, por el contrario, de una fuerza de la opinión consciente de su influencia, situada cerca del gobierno y que se atribuye una capacidad de discernimiento igual o incluso mayor que la de éste.
La tesis de Hume, según la cual “el gobierno se basa en la opinión”, el relevante lugar que Rousseau concedía a la opinión pública en el Estado, la abrumadora fuerza de la opinión pública en los Estados Unidos… todo esto debe de haber tentado a los buscadores de Poder a presentarse como los representantes de la opinión pública. El trono de la opinión pública pareció quedar vacante en las diversas obras escritas hasta mediados del siglo XIX.
Quitar la nieve de la acera como opinión pública
El punto de inflexión parece haber, ocurrido en los últimos años del siglo XIX. Entre 1896 y 1898, Edward A. Ross publicó una serie de artículos (reimpresos como libro en 1901) en la American Journal of Sociology.
Caracterizó la substancia de ésta con estas palabras: “Los fenómenos que hay que estudiar bajo el nombre de opinión pública son esencialmente modos de comportamiento… [Estos modos de comportamiento] se llevan a cabo frecuentemente con la conciencia de que otros están reaccionando ante la misma situación de un modo semejante”.
Hasta que el miembro muerto se desprende del cuerpo social
El hombre ordinario, vital, puede ignorar el estigma social. El hombre cultivado puede zafarse del desprecio de sus vecinos, refugiándose en las opiniones de otros tiempos y círculos. Pero para la masa de la gente la condena y la alabanza de su comunidad son los verdaderos señores de la vida… Lo que desarma al americano moderno no es tanto el temor de lo que el común del pueblo irritado pudiera hacer, como la completa incapacidad de permanecer impasible en un torbellino de comentarios totalmente hostiles, de soportar una vida perpetuamente enfrentada a la conciencia y la sensibilidad de los que le rodean.
Estas palabras aparecen en el capítulo titulado “La opinión pública” de la obra de Ross. Pero este autor contempla la opinión pública como subordinada a un fenómeno que designa con el término nuevo que da título a su libro: El control social. El control social se ejerce en las sociedades humanas de muchas maneras, dice Ross. Puede ser completamente visible y estar institucionalizado, como por ejemplo en la ley, en la religión, en las fiestas nacionales o en la educación de los niños. Pero el control social también actúa bajo la forma de la opinión pública, que, aunque no esté institucionalizada, posee ciertas sanciones. Escribiendo sobre el control social más de medio siglo después, Richard T. LaPierre dividió estas sanciones en tres categorías: sanciones físicas, sanciones económicas y, las más importantes, sanciones psicológicas. Éstas comienzan, quizá, cuando la gente deja de saludar a alguien y finalizan cuando el “miembro muerto se desprende del cuerpo social”, en frase de Ross.
Muchos sociólogos han estudiado el tema del control social, pero actualmente nadie identifica los controles sociales con la opinión pública. La influencia sobre el individuo se llama ahora control social; la influencia sobre el gobierno se denomina opinión pública, que, como construcción intelectual, adopta enseguida carácter normativo. Queda así destruida la relación entre ambas clases de influencias.
10. El coro de lobos aulladores
Opinión pública y control social
El miedo al aislamiento de los seres humanos se evita llamativamente como tema de investigación; pero se estudia detalladamente y sin inhibiciones en la investigación de la conducta animal. Los etólogos están tan preocupados por evitar las acusaciones de antropomorfismo, que a menudo se resisten a comparar la conducta animal con la humana.
Erik Zimen escribe en The wolf (El lobo) que «debemos ser sin duda muy cuidadosos al comparar la conducta humana y animal. Pautas de conducta que parecen similares pueden ejercer funciones completamente diferentes, mientras que otras de aspecto y origen filogenético completamente diferentes pueden realizar la misma función… Sin embargo, la observación comparativa de los seres humanos y los animales puede estimular nuevas ideas, que después habrá que comprobar con observaciones o experimentos precisos, especialmente cuando se investigan especies organizadas de modo tan semejante como el lobo y el hombre».
Al lenguaje no le preocupa tanto su propia imagen, y no tenemos ninguna dificultad en entender la expresión «aullar con la manada» (de lobos).
La mentalización para la acción conjunta
Según Erik Zimen, los lobos aúllan principalmente por la tarde, antes de ir de caza, y a primera hora de la mañana como preparación para las actividades matutinas. «El aullido de un lobo es un estímulo poderoso para que otro lobo se le una… Pero esto no sucede siempre.
El aullido inicial de un animal de categoría inferior, por ejemplo, es un estímulo menos eficaz que el de un animal de rango superior». La semejanza entre la situación de los oprimidos y los descastados y la de los lobos de rango inferior muestra lo importante que es no aislarse y poder participar en lo que el investigador estadounidense de los lobos Adolph Murie (1944) llamaba «la reunión amistosa», es decir, aullar en coro. Ser un lobo descastado tiene la desventaja concreta de que le quitan la comida.
¿Cuál es la función de los aullidos? Oigamos a Erik Zimen: «Esta restricción a «los de dentro» parece indicar que la ceremonia refuerza la cohesión de la manada. Los lobos confirman, por así decirlo, sus sentimientos mutuos de amistad y cooperación. También los momentos en que aúllan sugieren que esto sirve para sincronizar y coordinar la inmediata fase de actividad. Los lobos que se acaban de despertar son mentalizados rápidamente para emprender la acción conjunta» (ibíd., 75).
11. La opinión pública en las tribus de África y del Pacífico
El libro The Forest People (Los habitantes de la selva), del antropólogo Colin M. Turnbull (1961), describe la vida de los pigmeos de las selvas del Congo. Se nos muestra una vida feliz en el campamento: los hombres se reúnen todas las tardes para cantar en grupo; por la mañana los jóvenes despiertan a los durmientes con sus llantos y sus gritos. Antes de una cacería, el pueblo frecuentemente danza.
Los hombres y las mujeres forman un círculo que abarca todo el campamento y cantan canciones de caza, palmotean, miran a derecha e izquierda y dan grandes saltos imitando así a los animales que esperan cazar.
En el trasfondo de esta bucólica escena suceden dramáticos conflictos.
Cephu, un jefe de cinco familias que en otros tiempos era muy respetado, pero que ha caído en desgracia por su mala suerte en la caza, queda a menudo al margen de las empresas colectivas.
Esa misma noche vuelve a verse a Cephu sentado en el círculo de los hombres que cantan en torno al fuego mortecino: ha vuelto a ser uno de ellos.
No se puede vivir solo
Otro incidente se refiere a un joven que ha sido descubierto manteniendo relaciones incestuosas con una prima suya. Nadie quiere darle protección en su choza, y los otros jóvenes de su edad le expulsan con cuchillos y lanzas de la aldea a la selva. «Le han echado a la selva y tendrá que vivir allí solo. Nadie le aceptará en su grupo después de lo que ha hecho. Y morirá, porque no se puede vivir solo en la selva. La selva le matará». Después Turnbull dice que el informador, de un modo característico entre los pigmeos, rompió a reír contenidamente, palmoteó y añadió: «Lleva meses haciéndolo. Debe de haber sido muy estúpido para haberse dejado coger». Era evidente que su estupidez era más importante que el propio incesto.
Esa misma noche se incendió la choza de la familia del joven y estalló una lucha entre las familias. Durante la lucha apenas se mencionó la causa original, el incesto, en el tumulto y la discusión general. Pero a la mañana siguiente se vio a la madre de la chica que había sido deshonrada ayudando a arreglar la cabaña de los que la habían afrentado, y tres días después el joven entró silenciosamente en el campamento por la tarde y se sentó de nuevo entre los solteros. Al principio nadie quería hablar con él, pero después una mujer le mandó una niña con un tazón de algo para comer, y el asunto quedó olvidado.
Las armas del mundo exterior: el desprecio y el ridículo
En los casos descritos por Turnbull se solucionaron los conflictos, pero no sin haber sido discutidos antes por el campamento entero. No hubo juez, tribunal ni jurado. No hubo procedimiento formal alguno, consejo que tomase decisiones ni jefatura. Cada caso se trató de modo que no se pusiera en peligro la cohesión del grupo. Una sociedad que vivía de la caza con redes tenía que conservar ante todo su capacidad de cooperación. Había dos medios para controlar a los miembros individuales: éstos temían sobre todo ser despreciados y hacer el ridículo. Esto recuerda la descripción de Edward Ross de la opinión pública como control social: «Es más eficaz que los juicios en tribunales, llega hasta el último rincón y es barata» (Ross 1969, 95).
Las tres clases de opinión pública de Margaret Mead
En los años treinta, Margaret Mead (1937) describió, bajo el título de «Mecanismos de la opinión pública entre los pueblos primitivos», tres clases de procesos de opinión pública que se encuentran entre los pueblos primitivos. Comprobó que la opinión pública era eficaz cuando alguien violaba las leyes, cuando había dudas entre la interpretación de las mismas y cuando surgía un conflicto o había que tomar una decisión sobre el comportamiento futuro o cuestiones de procedimiento. En estos casos había que establecer los pasos o las medidas necesarios para llegar a un consenso, y Mead pensaba que los mecanismos de la opinión pública eran necesarios para mantener la capacidad de actuar de la comunidad.
El primer método que describe es parecido al de los pigmeos. Sólo funciona, dice, en comunidades relativamente pequeñas, de unas doscientas o, a lo sumo, cuatrocientas personas.
La comunidad existe casi sin un sistema de reglas. Apenas hay puestos estables de autoridad, y no hay instituciones políticas, jueces, tribunales, sacerdotes, médicos brujos ni castas hereditarias de jefatura.
Las reglas poco claras o cambiantes exigen una gran atención
Continuamente se producen situaciones nuevas en las que el individuo debe decidirse a favor o en contra de algo. Cuando ha tomado una decisión, él y sus compañeros deben defenderla vigorosamente. Por otra parte, las alianzas no duran mucho. La discordia desaparece pronto y, cuando surja el siguiente conflicto, se formarán nuevos bandos.
Es indudable que aquí nos encontramos ante procesos de opinión pública, ya que se dan todos los ingredientes: la controversia, los dos bandos, el intento de actuar evitando el aislamiento, la emoción que produce el saber que se está en lo cierto… todos estos factores desempeñan su papel. Podría cuestionarse que se trate de opinión verdaderamente «pública», que el elemento de «publicidad» esté realmente presente.
Actualmente lo «público» implica anonimato, igualdad de oportunidades de acceso, que el individuo se encuentre entre una masa informe de personas cuyos nombres, rostros e idiosincrasia ignora. Los arapesh conocen a los miembros de su pequeña comunidad.
El sistema dual o la mentalidad partidaria
Mead describe el segundo modo en que se realizan los procesos de opinión pública a partir del ejemplo de los iatmul, una tribu de cazadores de cabezas de Nueva Guinea.
Los iatmul han desarrollado un sistema «dual»: la tribu se divide, según criterios formales, en dos bandos o facciones entre los cuales se deciden en cualquier momento las disputas que surjan. Mead cree que este procedimiento es necesario para conseguir consenso en unidades sociales más grandes (las tribus de los iatmul llegan a las 1.000 personas). Los individuos no adoptan un punto de vista particular en virtud del tema o porque hayan reflexionado sobre ello, sino porque su grupo apoya ese punto de vista. El modo en que se forman estos grupos y a cuál de ellos acaba perteneciendo el individuo parece arbitrario. Los nacidos en invierno pueden pertenecer a un bando y los nacidos en verano a otro. Los bandos pueden estar formados por los que viven al norte del cementerio contra los que viven al sur.
Las decisiones no se alcanzan por consenso mayoritario. Las personas cuyos intereses se ven más afectados buscan una solución, y los miembros de cada grupo formal adoptan y repiten informalmente sus eslóganes. Mead piensa que en las sociedades modernas muchas cuestiones se deciden a través de arreglos duales similares: los militantes de partidos políticos y los miembros de grupos de interés o coaliciones regionales luchan apasionadamente en uno de los bandos, no por el asunto en sí, sino porque su bando ha adoptado una posición determinada.
La solución a la que se llega al final depende de la fuerza relativa demostrada por los miembros de cada bando.
El individuo es impotente: el formalismo en Bali
Margaret Mead expone el tercer modo de mantener unida una sociedad con el ejemplo de los habitantes de la isla de Bali.
El modo de proceder de los balineses recuerda el funcionamiento de un sistema judicial, aunque sin leyes escritas ni alegatos de defensa. Los mandamientos divinos, los estatutos formales y la ley de la opinión -ciñéndonos a la tricotomía propuesta por John Locke- convergen y, en algunas circunstancias, no dejan al individuo ningún margen de maniobra para escapar a la condena al aislamiento, independientemente de lo cuidadoso que sea y de cuántas personas le apoyen.
Margaret Mead basa la utilidad de investigar la opinión pública entre los pueblos primitivos en la posibilidad de estudiar allí, de una manera puramente cultural, lo que en las sociedades modernas se ha tornado confuso. Podemos distinguir los procedimientos de los arapesh, los iatmul y los balineses por el grado en que el individuo puede o debe participar en el logro y el mantenimiento del consenso. Entre los arapesh, el individuo tiene que prestar una gran atención, porque las reglas son fluidas y lo correcto hoy puede ser incorrecto mañana, y uno puede encontrarse rápidamente desahuciado. En el sistema iatmul, el individuo sigue siendo importante como partidario de uno de los dos bandos. Entre los balineses, para los que la mayor parte de las reglas se han vuelto rígidas, los individuos pueden carecer de toda influencia. La gran sensibilidad que desarrollan los arapesh contrasta con el completo fatalismo de los balineses. En este último caso, el órgano cuasiestadistico que permite evaluar el entorno debe de atrofiarse.
El control de los vecinos
El método combinado de opinión pública de los zuni que describe Margaret Mead es fluido (1937, 15-16). Todos son observados y juzgados continuamente por sus vecinos. La opinión pública siempre está presente como una sanción negativa. Esto afecta a todas las profesiones e impide que muchas acciones sucedan nunca. Si buscamos analogías modernas, podemos ver que, ciertamente, el control de los vecinos no sólo limita sino que también incita a ciertas conductas.
12. La toma de la Bastilla: opinión pública y psicología de masas
Margaret Mead buscó paralelismos en Occidente para mostrar lo común de los diferentes procesos de opinión pública. Eligió como procedimiento semejante al de los arapesh un ejemplo familiar para sus lectores estadounidenses: el linchamiento. Creía que, en ambos casos, los individuos reaccionaban espontáneamente ante la situación planteada. Obraban como les parecía correcto y conseguían así un resultado político, aunque no hicieran esfuerzo alguno por llegar a un acuerdo colectivo.
Afronta la situación con suma cautela, según la descripción de la propia Mead, ya que se encuentra sometido al control social e intenta asegurarse cuidadosamente el apoyo de algunos individuos influyentes. Esto lo logra, entre otros medios, dejándoles participar en la cena del cerdo, o insistiendo incluso en que lo hagan.
Estar en una muchedumbre descarga al individuo de la necesidad de vigilar el medio
Con los que participan en un linchamiento sucede exactamente lo contrario. Abandonan toda precaución. Dejan de ser individuos singulares escudriñados por otros que aprueban o rechazan su comportamiento y, en lugar de eso, la masa anónima los absorbe completamente.
Así se liberan de los controles sociales que de otro modo espiarían todos los pasos que dieran a la vista, o al oído, del público.
La clase de conducta que se produce en el linchamiento, o en los comportamientos colectivos en general, ha fascinado a los científicos y a las personas instruidas desde la Revolución Francesa y la toma de la Bastilla.
En el siglo XX se percibió al menos una difusa relación entre los disturbios de masas y la opinión pública, cuando no se los identificó, como hizo Margaret Mead. Esa concepción desdibujó, sin embargo, los elementos característicos del fenómeno psicosociológico de la opinión pública que habían sido delineados tan claramente por los escritores de los siglos XVII y XVIII.
¿Qué relación hay entre las explosiones psicológicas de las masas y la opinión pública?
La opinión pública reside en las actitudes y los modos de comportamiento que reciben una fuerte adhesión en un lugar y una época determinados; que hay que demostrar para evitar el aislamiento social en cualquier medio de opiniones establecidas; y que, en un medio de opiniones cambiantes o en una nueva área de tensión emergente, se pueden expresar sin aislarse.
Existe un criterio sencillo para responder a esta pregunta. Todos los fenómenos de opinión pública implican una amenaza de aislamiento. Nos encontramos con una manifestación de la opinión pública siempre que los individuos carecen de libertad para hablar o actuar según sus propias inclinaciones y deben tener en cuenta las opiniones de su medio social para evitar quedarse aislados.
Tanto los que participaron en la toma de la Bastilla como los que sólo se amontonaron en las calles buscando sensaciones fuertes sabían perfectamente cómo debían comportarse para evitar el aislamiento: tenían que mostrar aprobación. Podríamos sustituir fácilmente la toma de la Bastilla por escenas actuales de acciones de masas.
La masa concreta puede utilizarse como recurso estratégico para acelerar la difusión de nuevas ideas.
En el curso normal de los acontecimientos hace falta un tiempo muy largo para que los individuos independientes de una masa dispersa acepten una idea nueva. Si se consigue organizar a los individuos en una masa concreta que favorezca la nueva idea, el proceso de cambio valorativo se acelerará porque la masa demuestra que la idea puede apoyarse en público sin riesgo de aislamiento. La masa temporal es un fenómeno típico de los períodos revolucionarios. Por lo tanto, la masa concreta puede servir como una clase enormemente intensificada de opinión pública.
La opinión pública irritada puede producir tumultos espontáneos
Una turba (o masa concreta) también puede surgir de la descarga de una tensión existente entre el consenso y un individuo o una minoría que se oponga a unas normas inflexibles, unas reacciones instintivas o la adopción de nuevos sistemas de valores. La masa espontánea refleja así la naturaleza noble de la opinión pública: sus efectos se ejercen tanto hacia arriba como hacia abajo. Puede atacar tanto a instituciones o gobiernos cuyos principios o comportamiento hayan contradecido el consenso, como a los que no accedan a una exigencia de cambio.
En una masa abstracta o latente existe, a diferencia de la masa concreta, una reciprocidad de pensamiento y sentimiento que no es específica de un lugar, sino que produce condiciones favorables para el surgimiento de una masa concreta.
Las multitudes inestables no reflejan la opinión pública
El papel de las multitudes emocionales en el proceso de opinión es más claro cuanto más se acerca al «grupo organizado». Un grupo organizado es un grupo que ha realizado un largo recorrido hacia una meta determinada y que está dirigido por algunas personas o por un grupo que ha originado o modificado deliberadamente una masa concreta, «efectiva».
Es posible imaginar, por el contrario, masas primitivas, espontáneas, desorganizadas, que surgen en unas determinadas circunstancias sin ninguna meta establecida de opinión pública. Estas masas nacen con el único objeto de alcanzar el clímax emocional que se produce al participar en una turba espontánea: la sensación de reciprocidad, la intensa excitación, la impaciencia, la sensación de fuerza y de poder irresistible, el orgullo, el permiso para ser intolerante y sensible, la pérdida del sentido de realidad.
Las masas abstractas, latentes, y las masas concretas, efectivas, siguen leyes diferentes. En el primer caso se componen de personas con miedo al aislamiento; en el segundo, carecen de ese temor. La sensación de reciprocidad es tan penetrante en la masa concreta, que los individuos ya no necesitan asegurarse de cómo tienen que hablar o que actuar. En una unión tan densa son posibles incluso cambios dramáticos.
13. La moda es opinión pública
La gente encuentra cualquier situación emocionante, y a menudo estimulante, cuando forma parte de una multitud.
La intuición estadística como nexo entre el individuo y la colectividad
Los individuos no tienen relación alguna con los grupos de personas. Su mundo consiste en esas pocas y decisivas relaciones que mantienen con algunas personas concretas. Esas relaciones determinan las actitudes afectivas de los individuos, y su relación con la totalidad. Para Freud, por tanto, incluso la especialidad científica de la “psicología social” era una ficción.
Como escribió McDougall, los individuos actúan en público desde el conocimiento que poseen de la opinión pública.
Podemos considerar a este órgano sensorial estadístico como el nexo que conecta a la persona con la colectividad. No necesitamos para ello suponer la existencia de una misteriosa conciencia colectiva, sino sólo la capacidad individual de percibir las reacciones de aprobación y desaprobación del medio ante las personas, las pautas de comportamiento y las ideas, de percibir sus cambios y desplazamientos, y de reaccionar en consecuencia para evitar en la medida de lo posible el aislamiento.
La confusión aumenta si tenemos en cuenta que una clase importante y visible de comportamiento humano, la imitación, tiene dos orígenes diferentes, dos motivos diferentes, que no pueden distinguirse por las apariencias externas. Volvemos aquí a la distinción entre las dos clases de imitación: por una parte, la imitación como aprendizaje con el objetivo de adquirir conocimiento, la imitación de pautas comprobadas de conducta para aprovechar la experiencia y los conocimientos de los demás, la adopción de argumentos porque creemos que proceden de un juicio correcto, de lo que nos parece de buen gusto. Por otra parte, la imitación que procede del esfuerzo por parecerse a los demás debido al miedo al aislamiento. Las escuelas de pensamiento que enfatizaban la racionalidad del hombre consideraban la imitación como una estrategia eficaz de aprendizaje.
El aspecto lúdico de la moda hace que pasemos por alto su gran seriedad, su importancia como mecanismo de integración social. A este respecto, no importa si una sociedad mantiene su cohesión con jerarquías elaboradas o sin ellas, si la visibilidad pública de los estilos de la ropa, el calzado, el cabello y la barba se utiliza para mostrar las diferencias de posición o si -como sucede, por ejemplo, en la sociedad estadounidense- se intenta hacer lo contrario para causar la impresión de que ese tipo de diferencias no existen.
El vestido es un medio espléndido para expresar los signos de los tiempos, un medio magnífico para que el individuo demuestre su obediencia a la sociedad.
Se usa el término “moda” en referencia al lenguaje, la alimentación, la música de baile, el esparcimiento, “en realidad, a todo el abanico de los elementos sociales y culturales”. Básicamente, el término “moda” se aplicaba a todos estos elementos para expresar su carácter “voluble”.
- El término “moda” es adecuado para subrayar las características comunes.
- La persona puede estar “in” o “out”; tiene que vigilar los cambios que se producen o arriesgarse al aislamiento.
- La moda es un medio excelente de integración, y sólo esta función de contribuir a la integración de la sociedad, puede constituir un contenido de la opinión pública, puede ser la señal de que se esté “in” o “out”.
14. La picota
Los sistemas de castigo han aprovechado la delicada naturaleza social del hombre. Esto sucede en los castigos que son difíciles de ocultar al ojo público, tales como cortar la mano izquierda, que es la pena coránica para los ladrones, o cortar el pie izquierdo por el segundo delito, o estigmatizar con hierros candentes; pero es aún más claro en el caso de las llamadas “penas de honor”, que se dirigen contra la autoestima sin, al menos en principio, tocarle un pelo al reo. Entendemos sin dificultad alguna el sentido del castigo de la picota.
Arrebatar a las personas lo que es más valioso para ellas, su honor, es la esencia de las penas de honor. La picota “rompe el honor del hombre” En la picota no se castigaban los delitos graves, sino sólo los menos visibles, sobre los que debía caer todo el peso del ojo público.
Los chismes pueden revelar las reglas de honor de una sociedad
El límite entre la difamación y el chismorreo es difuso. ¿Cuándo deja de ser una mera opinión hablar con desaprobación sobre alguien que no está presente? Se destrozan las reputaciones, se matan las famas, el honor cae en descrédito y en la ignominia. Ser visto con esa persona se convierte en tabú.
15. La ley y la opinión pública
La polarización como división de la opinión pública
Intentando evitar a los que no piensan como ellas, las personas pierden su capacidad cuasiestadística de evaluar correctamente las opiniones del medio. El término “ignorancia pluralista” (pluralistic ignorance), acuñado por la sociología norteamericana, podría aplicarse a esta ignorancia de cómo piensa “la gente”. Es la situación llamada polarización.
Se puede hablar de opinión pública dividida. La característica distintiva es que cada facción se sobrevalora enormemente en lo que se denomina una “percepción especular” (looking glass perception). Podemos medir este fenómeno estadísticamente: cuanto más se alejen las estimaciones acerca de “qué piensa la mayoría”, más polarizada estará la cuestión. Los partidarios de las opiniones contrarias sencillamente no se hablan y por eso juzgan incorrectamente la situación.
Barreras contra el cambio y contra la conformidad ciega con las tendencias en boga: dos extremos
La sociología moderna ha sustituido la anticuada terminología de las tres leyes de Locke por descripciones más precisas. En lugar de lo que Locke llamaba “ley divina”:
- “ideales éticos”,
- “tradición”,
- “valores básicos”.
- Se insiste en el concepto de “ideal”.
La disparidad entre éste y el comportamiento real es frecuentemente considerable, la ley lockiana de la opinión, la reputación y la moda, la que determina el comportamiento real más interesante, aparece en términos sociológicos como “costumbre” y “moralidad pública”. El sistema legal no debe seguir demasiado rápidamente las tendencias de la moda, si no quiere perder la confianza pública. Por supuesto, el objetivo de las campañas electorales es precisamente no dejar tiempo para reflexionar hasta el momento de la decisión. Intentan, por el contrario, sacudir a la opinión pública de manera que la excitación no se apague hasta que el objetivo se haya alcanzado y consolidado, hasta que la regulación pretendida se haya incorporado al orden vinculante de la ley.
La ley debe basarse en la costumbre
A la larga, la ley no puede mantenerse sin el apoyo de la costumbre. El comportamiento se ve influido más eficazmente por el miedo al aislamiento, el miedo a la desaprobación del medio o cualquier otra señal implícita, que por la ley explícita y formal.
Cambiar la opinión pública mediante las leyes
La relación entre la ley y la opinión pública también puede proceder en la dirección contraria. Las leyes pueden establecerse o cambiarse para influir sobre la opinión pública en la dirección deseada.
Parece alarmante que unas leyes orientadas en la dirección deseada puedan producir opinión pública; diríase una invitación a la manipulación, una explotación del mandato político por la mayoría gobernante. También cabe la duda de si, cuando un asunto se convierte en ley, la aceptación resultante tendrá la fuerza suficiente para mantenerla, o si la integración necesaria para que una sociedad sea viable será demasiado contradictoria con ella.
16. La opinión pública produce integración
Desde los días de Comte y de Spencer, los sociólogos se han interesado por la integración de las unidades menores en las totalidades sociales.
Los científicos sociales del siglo XX han intentado construir estructuras teóricas comprehensivas que aclararan el modo en que la integración estabilizaba la sociedad humana, e investigar exhaustivamente las estructuras y las funciones.
Emile Durkheim confirma la idea de que la opinión pública tiene una función integradora. En la terminología de Landecker, la relación es particularmente clara entre la integración normativa y el papel de la opinión pública como guardiana de la moralidad pública, la desviación se castiga con el aislamiento.
La capacidad de registrar fiablemente los aumentos y las disminuciones de aprobación y desaprobación de ideas y personas podría considerarse síntoma de una mayor integración comunicativa:
- La primera clase de integración identificada por Landecker, es la integración cultural, cuando las personas encuentran las exigencias viejas y las nuevas irreconciliablemente mezcladas.
- Cuando la sociedad está en crisis aumenta la presión hacia la conformidad. Esta se debe, al dominio de la creencia en la igualdad y a la pérdida de reconocimiento de la autoridad.
- La situación procedente de la mezcla de varias culturas diferentes en una única sociedad podría explicar también el rigor de los mecanismos de opinión pública.
- En las sociedades crisol, aumenta la necesidad de lograr una mayor integración, esta iría acompañada de una mayor tensión de las riendas de la opinión pública y una mayor amenaza de aislamiento para el individuo.
- Cuanta más igualdad haya, más presión cabe esperar de la opinión pública.
No podemos esperar una relación simple entre el grado de integración y la presión de la opinión pública, un mayor peligro exige una mayor integración, y la integración se fortalece mediante reacciones exaltadas de la opinión pública.
17. Vanguardistas, herejes y disconformes: los desafiantes de la opinión pública.
Los que no temen al aislamiento o están dispuestos a pagar ese precio, pueden cambiar la opinión pública.
Entre estos personajes se encuentran los herejes, esas personas que responden a las necesidades de su época pero son a la vez intemporales, que constituyen el correlato de una opinión pública compacta.
No hay que entender la relación entre los conformistas y los disconformes simplemente como una acentuación del sistema de valores y de las reglas válidas de la sociedad por los que las vulneran y por su exhibición en la picota.
El concepto de la espiral del silencio reserva la posibilidad de cambiar la sociedad a los que carecen de miedo al aislamiento o lo han superado ya que pueden destruir el orden de las cosas, que se les reciba con comprensión o con hostilidad apenas influye en lo que hacen.
Los reformadores son diferentes, si quieren cambiar el modo de pensar o comportarse de la sociedad tienen que enfrentarse a un público hostil, ya que lo necesitan para hacer seguidores, la provocación del público es mejor que el ser ignorado.
Hay quienes sufren por su exposición pública, pero no ven otro camino, para otros, la mirada del público no le hace sufrir, sino que les gusta, en ambos casos pertenecen al grupo de los que no tienen o han vencido el miedo al aislamiento y que impulsa la sociedad hacia el cambio, y que la espiral del silencio es útil. Para los que no temen al aislamiento la opinión pública, que para otros significa presión hacia la conformidad, es para ellos la palanca del cambio.
18. El estereotipo como vehículo de difusión de la opinión pública:
Las imágenes que hay en la cabeza de los seres humanos, las imágenes de ellos mismos, de los demás, de sus necesidades, intenciones y relaciones, o sea, las imágenes con arreglo a las que actúan grupos de personas son sus opiniones públicas.
Walter Lippmann en su libro “La opinión pública”, desenmascara nuestro autoengaño racionalista sobre el modo en que las personas supuestamente se informan y forman los juicios que guían sus acciones en el mundo moderno: con madurez y tolerancia, observando, pensando y juzgando como científicos en un esfuerzo incesante por examinar objetivamente la realidad, ayudados en este esfuerzo por los medios de comunicación.
A esta ilusión contrapone una realidad completamente diferente, mostrando cómo forma sus concepciones realmente la gente, cómo selecciona partes de los mensajes que le llegan, cómo los procesa y los transmite.
Para Lippmann la piedra angular de la opinión pública es la cristalización de las concepciones y las opiniones en estereotipos con carga emocional, sabía que la expresión procedía del mundo tecnológico de la impresión periodística, en la que el texto se escribe en un molde rígido que permite reproducirlo tantas veces como se desee.
Los estereotipos favorecen la eficacia de los procesos de opinión pública. Se extienden rápidamente en las conversaciones y transmiten inmediatamente asociaciones negativas o, en algunos casos, positivas. Orientan la percepción, atrayendo la atención sobre algunos elementos normalmente negativos y produciendo una percepción selectiva, la opinión pública penetra en todo “como el aire que nos rodea.
Captó agudamente la diferencia entre las percepciones que obtienen las personas de primera mano y las que proceden de otras fuentes, especialmente de los medios de comunicación.
Notó que la gente tiende a adoptar la experiencia indirecta tan completamente y a amoldar a ella tan plenamente sus concepciones, que sus experiencias directas e indirectas se vuelven inseparables. De ahí que la influencia de los medios de comunicación sea en gran parte inconsciente.
El hombre ha inventado modos de construir dentro de la cabeza una imagen fidedigna del mundo que queda fuera de su alcance. Pequeña es la proporción de nuestras observaciones directas en comparación con las observaciones que nos transmiten los medios.
Los periódicos deciden lo que se va a dejar llegar al público y lo que se va a retener. Cualquier periódico que llega al lector es el resultado de toda una serie de selecciones.
Como todos los periodistas aplican casi las mismas reglas de selección, crean un cierto consenso en sus informaciones, lo que supone una confirmación para el público.
Las personas tratan de evitar activamente la disonancia cognitiva y de mantener una imagen armónica del mundo.
La percepción selectiva, junto a la necesidad de reducir la complejidad cognitiva, se convierte en la segunda fuente inevitable de distorsión de la percepción de la realidad y de su comunicación.
Por eso, un capitalista ve un conjunto de hechos y unos aspectos determinados de la naturaleza humana, y su adversario socialista ve otros aspectos diferentes, y cada uno de ellos considera al otro irrazonable o perverso, cuando la diferencia real entre ellos es una diferencia de percepción.
En la actualidad, la proporción de realidad que se transmite a los individuos a través de los medios de comunicación, se ha multiplicado por un factor considerable por una cada vez más visible y audible.
Estas impresiones emocionales son duraderas. Se conservan mucho después de que los argumentos racionales se hayan escabullido,
Sería una buena idea que, de cuando en cuando, los periodistas, se arrumbasen los hechos y opiniones publicados y se pusiera en primer plano lo que no se publica, entonces los periodistas no se engañarían sobre los efectos de su profesión con los argumentos de que lo escrito es realmente cierto y el público lo encontró interesante.
Lo que suele quedar fuera de las informaciones de los medios permite a la gente repartir su atención entre muchos temas y no tener que contentarse con un horizonte muy restringido.
Lo que procede de las imágenes simplificadas de la realidad es la realidad tal como la experimenta realmente la gente. Las imágenes que tenemos en la cabeza son la realidad.
Los periodistas sólo pueden referir lo que son capaces de percibir desde su conciencia. El lector sólo puede completar y explicar el mundo mediante una conciencia que ha sido creada en gran parte por los medios de comunicación.
Lo que no se cuenta no existe; o, existe fuera de nuestra conciencia
La cultura mediática consiste en lo que seleccionan del mundo y nos ofrecen los medios de comunicación. Como el mundo real no está a nuestro alcance, a nuestra vista, ésta suele ser nuestra única perspectiva sobre el mundo.
La teoría ortodoxa sostiene que la opinión pública es un juicio moral sobre un conjunto de hechos. La teoría que propongo afirma que, en el estado actual de la educación, una opinión pública es primariamente una versión moralizada y codificada de los hechos.
El estereotipo, sea negativo o positivo, es tan conciso y tan poco ambiguo que permite a todos saber cuándo hablar y cuándo quedarse callado. Los estereotipos son indispensables para poner en marcha los procesos de conformidad.
19. La opinión pública selecciona los temas: Niklas Luhmann
Parece casi increíble que las perspectivas iluminadas por Luhmann pasaran desapercibidas a Lippmann, los contenidos de ambos son muy parecidos, a menudo sólo se diferencian en el vocabulario empleado: en lugar de “estereotipos”, Luhmann habla de “fórmulas verbales” para que comiencen los procesos de opinión pública. Afirma que la atención es efímera, y que las personas y los temas tienen que consolidarse en la conciencia pública en una fuerte competencia.
Los medios de comunicación crean “pseudocrisis” y “pseudonovedades” para expulsar los temas competidores del campo de batalla. La proximidad a la moda se muestra de muchos modos: un tema se crea y dependiendo de su explotación pasa de moda, se vuelve obsoleto.
Para Luhmann, las “fórmulas” no se utilizan para etiquetar claramente lo que es bueno y lo que es malo. Son necesarias, por el contrario, para hacer que un tema merezca ser discutido o negociado; la opinión pública cumple su función al llevar un tema a la mesa de negociación. Los procesos de opinión pública regulan el foco de la atención pública, se orienta hacia un tema apremiante, y en ese breve espacio de tiempo hay que encontrar una solución.
El logro de la opinión pública consiste en la selección de los temas, que se desarrolla con “reglas de atención”:
- se plantea el tema, y se encuentran fórmulas que lo hagan adecuado para la discusión.
- se adoptan posiciones a favor o en contra de las diversas “opciones” -empleando ese término tan utilizado por los planificadores modernos.
- si el proceso avanza, se le acabará considerando maduro para tomar una decisión sobre él.
Supone “que el sistema político, en la medida en que se apoya en la opinión pública, no queda integrado por las reglas que rigen las decisiones, sino por las reglas que dirigen la atención”, es decir, que entra en la mesa de discusión y que no, esta sólo se aplica a acontecimientos breves (coyunturales), los procesos históricos prolongados apenas resultan afectados.
Luhmann prevé un orden regular de acontecimientos:
- Se presenta a la atención general un tema acuciante;
- Se plantean las posiciones a favor y en contra.
- Las encuestas de opinión pública muestran que este orden raramente se da. Lo que suele suceder es que uno de los bandos arroja el tema al campo del juego social, un proceso que Luhmann denomina reprobatoriamente “manipulación”, y lo considera resultado de una comunicación unilateral, en especial la comunicación unilateral técnicamente determinada de los medios de masas.
- Cuando sólo se presenta una opinión sobre un tema particular, cuando el tema y la opinión parcial se funden, tenemos la “moralidad pública”.
- La “moralidad pública” comprende las opiniones que hay que defender públicamente para no aislarse.
Los medios de comunicación establecen el orden del día
La aportación de Luhmann ésta en el sistema social:
- estructuración de la atención,
- selección de temas,
20. Conceder atención pública, privilegio del periodista
La gente confirma a menudo el concepto de la espiral del silencio, observable en la conformidad, las experiencias en pequeños grupos forman parte del proceso, ya que la comprobación por parte de los individuos en los distintos grupos lleva a suponer que “todo el mundo” va a pensar igual. Sin embargo, empieza a desarrollarse en público se produce una fuerza irresistible, introduciéndose con máxima eficacia a través de los medios de comunicación de masas.
La sensación de impotencia ante los medios de comunicación
La comunicación puede dividirse en unilateral y bilateral (una conversación, por ejemplo, es bilateral), directa e indirecta (una conversación es directa), pública y privada (una conversación suele ser privada).
Los medios de comunicación de masas son formas de comunicación unilateral, indirectas y públicas. Por eso los individuos se sienten tan desvalidos ante los medios de comunicación. Esta impotencia se expresa de dos formas:
- la persona intenta conseguir la atención pública, y los medios, deciden no prestarle atención. Se realizan esfuerzos infructuosos para que la atención pública se fije en una idea, una información o un punto de vista.
- Se usan los medios como una picota; cuando orientan la atención pública anónima hacia un individuo entregado a ellos como un chivo expiatorio para ser “exhibido”. No puede defenderse.
Un nuevo punto de partida para la investigación sobre los efectos de los medios
La atención pública puede experimentarse desde dos puntos de vista diferentes:
- El del individuo expuesto a ella o ignorado por ella
- Desde la perspectiva del acontecimiento colectivo. La observación del entorno tiene dos fuentes, dos manantiales que nutren la opinión pública: el individuo observa directamente su medio; y por otra, recibe información sobre el entorno a través de los medios de comunicación.
En la actualidad la televisión crea, con el color y el sonido, una gran confusión entre la propia observación y la observación mediada.
La influencia de los medios es mucho más compleja, y muy diferente del modelo de la conversación individual. Walter Lippmann señala que los medios graban los estereotipos mediante innumerables repeticiones, y que éstos sirven de ladrillos del “mundo intermedio”, de la pseudorrealidad que surge entre la gente y el mundo objetivo exterior.
Ésta es la consecuencia de la función del agenda-setting de Luhmann:
- la selección de lo que debe ser atendido por el público,
- la influencia en la percepción individual de lo que puede decirse o hacerse sin peligro de aislamiento.
- La función de articulación de los medios de comunicación.
El conocimiento público legitima
La publicidad activa incrementa el impacto del suceso, produce la impresión de que se podía estar satisfecho y que se puede expresarse públicamente del acontecimiento sin correr riesgo de aislamiento.
21. La opinión pública tiene dos fuentes: una de ellas, los medios de comunicación
A principios de 1976, se montó por primera vez todo el instrumental de investigación demoscópica para seguir el desarrollo del clima de opinión y la configuración de las intenciones de voto a partir de la teoría de la espiral del silencio, mediante la entrevista repetida de una muestra representativa de votantes, Se realizaron dos encuestas a periodistas, y se grabaron en vídeo los programas políticos de los dos canales nacionales de televisión:
- Referían a las intenciones de voto de los entrevistados,
- Creencias sobre el posible ganador
- Disposición a demostrar sus preferencias políticas
- Interés por la política en general
- Grado de utilización de los medios de comunicación
Cambio súbito del clima de opinión antes de las elecciones de 1976
En julio, de los impresos se desprendía algo con claridad: la medición más importante, la pregunta sobre la percepción que la gente tenía del clima de opinión, mostraba un dramático descenso de los cristianodemócratas, quienes en marzo, habían obtenido una ventaja del 20 por ciento, cayendo a menos del 7 por ciento separaba las estimaciones de la Unión Cristianodemócrata y del Partido Socialdemócrata – Partido Demócrata Libre.
La suposición fue que los que apoyaban a los cristianodemócratas se habían comportado aproximadamente igual que en las elecciones de 1972, permaneciendo públicamente en silencio y no demostrando, como sabemos, la gente es precavida y miedosa.
Los seguidores del Partido Socialdemócrata tendían a mostrarse más remisos que los de la Unión Cristianodemócrata, el número de votantes del Partido Socialdemócrata que dijeron que no harían nada aumentó entre marzo y julio del 34 al 43 por ciento, mientras que los de la Unión Cristianodemócrata permanecían casi constantes.
Con el ojo de la televisión
Las dos fuentes de que disponemos para obtener información sobre la distribución de las opiniones: la observación de primera mano de la realidad y la observación de la realidad a través de los ojos de los medios.
Sólo los que habían observado el entorno con mayor frecuencia a través de los ojos de la televisión habían percibido un cambio en el clima.
Los periodistas no manipularon. Refirieron lo que vieron
Según las tesis de Walter Lippmann, no es en absoluto sorprendente que los televidentes vieran esfumarse las posibilidades de la Unión Cristianodemócrata. Los propios periodistas no creían que los cristianodemócratas pudieran ganar las elecciones federales de 1976. Los periodistas veían el mundo de un modo muy distinto al electorado y sólo podían mostrar el mundo tal como lo veían ellos, la audiencia tenía dos visiones de la realidad:
- La impresión propia, basada en observaciones de primera mano
- La impresión basada en el ojo de la televisión
Una razón era que la población y los periodistas, diferían considerablemente en sus convicciones políticas y sus preferencias por unos u otros partidos guiaron los puntos de vista.
La descodificación del lenguaje de las señales visuales
Michael Ostertag dedicó su tesis, elaborada en el Instituto de Publicística de Maguncia al tema de cómo afectan las preferencias políticas de los periodistas a los políticos entrevistados en la televisión, y cómo este efecto, configura las impresiones que los políticos causan en el público. Analizando 40 entrevistas televisadas con los principales candidatos -Schmidt, Kohl, Strauss y Genscherrealizadas durante la campaña de las elecciones federales de 1980, trabajaron con el sonido apagado, para no ser influenciados por:
- Los argumentos esgrimidos
- El lenguaje utilizado
- Los elementos relacionados con el habla: tales como el timbre de voz, la entonación y las pausas deliberadas;
- Los “modos de expresión paraverbales” o “paralingüísticos”.
Su único interés residía en los contenidos visuales, comparando las expresiones faciales y los gestos, presentándose una tendencia al hablar con un periodista de otra tendencia política, el asentimiento rítmico de los políticos se volvía más intenso al hablar; y el proceso de apartar la mirada o mirar fijamente a la otra persona se prolongaba. Esta intensidad parecía producir un efecto desfavorable en el televidente. Entrevistados por periodistas con los que parecían estar de acuerdo, los cuatro políticos recibieron una mayoritaria valoración positiva de los televidentes, mientras que los políticos que discutían con el entrevistador obtenían una valoración negativa.
22. El clima de doble opinión.
LA LUCHA CONTRA LA ESPIRAL DEL SILENCIO
Se presenta cuando se tiene un clima de doble opinión, es decir, la diferencia entre el clima percibido por la población y el clima representado por los medios que consigue al final una mínima ventaja, de tal forma el clima de doble opinión es un fenómeno fascinante, que solo se produce cuando el clima de opinión entre la gente y el predominante de los periodistas de los medios son diferentes, esto permite elaborar un útil instrumento siempre que aparezca una discrepancia entre las opiniones y las intenciones, al considerar que el error de juicio haya podido ser provocado por los medios de comunicación.
LA IGNORANCIA PLURALISTA
La influencia de los medios es predominantemente inconsciente, la gente no puede informar sobre lo que ha sucedido. Más bien mescla sus propias percepciones directas y las percepciones filtradas por los ojos de los medios de comunicación en un todo indivisible que parece proceder de sus propios pensamientos y experiencias, la mayor parte de los medios actúan como de rebote cuyo resultado es la ignorancia pluralista.
La relación existente entre la opinión minoritaria y el aislamiento determina un clima de doble opinión que pude comprobarse por el cambio de resultados.
23. LA FUNCIÓN DE ARTICULACIÓN: AQUELLOS CUYO PUNTO DE VISTA NO ESTA REPRESENTADO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN ESTÁN REALMENT000 MUDOS.
Parecía una clara refutación de la espiral del silencio. Los que apoyaban la opinión mayoritaria, plenamente consciente de ser la mayoría, plenamente consciente de ser la mayoría, querían permanecer en silencio.
EL NUCLEO DURO
El examen empírico determina que las teorías determinan sus límites, en encontrar las condiciones en las que una teoría no se confirma y debe, por ello, modificarse.
El núcleo duro, la minoría se queda al final de un proceso de espiral del silencio desafiando la amenaza del aislamiento, en cierto sentido esta relacionando con la vanguardia otras ocasiones se encapsula y se puede orientar en público al pasado o hacia el futuro más lejano.
NO HAY PALABRAS SI LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN NO LOS SUMINISTRAN
La función de articulación, los medios suministran a la gente las palabras y las frases que pueden utilizar para defender su punto de vista, esto es un poder enorme que solo puede aumentar, porque la necesidad de estar de acuerdo con el público del que forma parte de pensar, de actuar de acuerdo con la opinión se hace más fuerte e irresistible a medida de que el público se vuelve más numeroso.
24. ¡Vox populli¡, vox Del DESTINO, NO RAZÓN.
Al rastrear la máxima se menciona a Alcuino, no con la interpretación que de forma general se da (voz de alboroto en la ciudad, voz del templo. Es la voz del señor que da a sus enemigos lo que se merecen). Algunos autores lo consideraron una blasfemia, otros determinan la incapacidad de la muchedumbre de apreciar el carácter de los grandes hombres y sus altos logros.
Alcuino escribe una nota a Carlomagno “Y tampoco hay que escuchar a los que acostumbran decir la voz del pueblo es la voz de dios porque el Clamor del vulgo está muy cerca de la locura. Hesiodo 700 a.c. Haz eso y evita el habla de los hombres. Porque el habla es tramposa, frívola y se despierta fácilmente pero es difícil soportarla y librarse de ella. El habla nunca muere sobre todo cundo muchos la vocean.
Seneca créanme la lengua del pueblo es divina.
Maquiavelo no sin razón se llama a la voz del pueblo la voz de dios, ya que la opinión universal predice los acontecimientos de un modo maravilloso que podría creerse en un oculto poder de la profecía,
Hegel Voz del pueblo, voz de ganado y la lengua del pueblo es divina.
A finales del siglo XVIII Egbert Toda declaración de la razón tiene la fuerza de una ley y no necesita convertirse para ello antes en opinión pública. Sinibald Debería tener la fuerza de una ley y que sin duda la tendrá en cuanto sea proclamada opinión de la mayoría.
Definiciones operativas para las investigaciones empíricas sobre la opinión pública.
- Las opiniones públicas son actitudes o comportamientos que se deben expresar en público para no aislarse.
- La opinión pública es el acuerdo por parte de los miembros de una comunidad activa sobre algún tema con carga afectiva o valorativa que deben respetar tanto a los individuos como a los gobiernos.
- El traje nuevo del emperador
La opinión pública está vinculada a un lugar y una época determinada
- Refleja una realidad con esfuerzos conceptuales.
- Aguzar la sensibilidad ante la propia época y simultáneamente la capacidad de comprender la opinión pública seria un objetivo digno de ser logrado y aprendido.
- Respetar la sensible naturaleza de la sociedad con la afirmación del respeto de la Madre Teresa.
Dos sentidos de la piel Social
- Cuando mejor entendamos la opinión pública mejor entendemos la naturaleza social de los seres humanos.
- La opinión pública enemiga del individuo y protectora de la sociedad
25. Nuevos descubrimientos
Perspectivas históricas
Para descubrir cosas nuevas, al estudioso le hace falta suerte además de inteligencia. Después decidimos sistematizar la búsqueda de textos importantes, en lugar de depender del azar y la buena estrella. En el Instituto de Publicística de la Universidad de Maguncia se diseño el cuestionario sobre libros en lugar de personas. Durante años hemos utilizado este cuestionario en seminarios realizados en Maguncia para estudiar a unos cuatrocientos autores con el objetivo de descubrir todo lo que pudiéramos sobre la opinión pública. Así, por ejemplo, descubrimos que en un discurso inaugural de la Feria del Libro de Frankfurt de 1958, Max Frisch había afirmado: “La esfera pública es soledad al descubierto”. Estas palabras sirvieron de clave sobre el miedo al aislamiento que a veces invade a la gente en público.
Muchos años después, cuando Michael Hallemann comenzó a estudiar la turbación y demostró que este sentimiento aumenta en proporción al tamaño del público, recordé la formulación de Max Frisch y caí en la cuenta de cómo los escritores se adelantan a los académicos.
Al leer los comentarios de Ursula Kiermeier sobre los textos de Erasmo, me sorprendió la semejanza con los escritos de Maquiavelo. Tanto Maquiavelo como Erasmo advertían a sus príncipes que era imposible gobernar en contra de la opinión pública.
En el capítulo 4 se cita una frase del rey Enrique IV de Shakespeare: «La opinión que me dio la corona». Supuse que Erasmo sólo podía tomarse tan en serio la opinión pública por influencia de Maquiavelo. Pero ahora leía en Erasmo que el poder del gobernante se basa esencialmente en el consensus populi. Lo que hace a un rey es la aprobación de la gente: «Creedme: el que pierde el favor del pueblo pierde un importante aliado».
Hay semejanzas entre los textos de Erasmo y los de Maquiavelo, incluso en los detalles. Ambos escritores subrayaron que era sumamente importante que el gobernante pareciera grande y virtuoso. Discrepaban, sin embargo, en un punto crucial: Maquiavelo pensaba que no era necesario que el príncipe poseyera esas virtudes. Erasmo, tenía el punto de vista contrario: el príncipe debía poseer todas estas virtudes y no ser culpable de ningún crimen; pero la realidad no era suficiente por sí misma: también tenía que parecer virtuoso ante sus súbditos.
Erasmo escribió La educación en 1516 y lo publicó inmediatamente tras mostrárselo a Carlos de Borgoña, para quien lo había escrito. Maquiavelo y Erasmo tuvieron una fuente común: ambos basaron sus escritos en la Política de Aristóteles.
El gran estadista es un experto en opinión pública
El término «opinión pública» no aparece en el Antiguo Testamento, pero el rey David tenía un sentido innato de cómo conducirse respecto a ella. Se desgarró las vestiduras y ayunó hasta la puesta de sol para demostrar su dolor por el asesinato de un poderoso adversario, cuando hubiera sido lógico sospechar que él había sido el instigador del crimen. Estas acciones simbólicas eran más eficaces que ninguna palabra para ganarse a la opinión pública.
Juan de Salisbury hizo un comentario interesante sobre Alejandro Magno: nada le había convencido tanto de la verdadera talla de Alejandro como estadista, escribió, como su comportamiento cuando un tribunal militar le comunicó un veredicto contrario a sus intereses. Agradeció a los jueces porque sus convicciones legales habían sido más importantes para ellos que el poder de él, el poder del demandante. Juan de Salisbury también explicó por qué consideraba a Trajano el más grande de los emperadores paganos romanos: se decía que cuando se le acusó a Trajano de no mantener una distancia suficiente respecto al pueblo, respondió que quería ser con sus súbditos la clase de rey que le hubiera gustado tener cuando todavía era súbdito (ibíd., 38). La relación de un gran gobernante con la opinión pública incluye, por tanto, dos elementos antitéticos: carisma y cercanía.
Mi experiencia profesional me inclina a creer que los políticos de éxito tienen una notable capacidad para juzgar la opinión pública sin recurrir a las encuestas.
En su Testament politique (Testamento político) para el rey Luis XIII, Richelieu compara el poder de un gobernante a un árbol con cuatro ramas: el ejército, los ingresos corrientes del Erario, los fondos de capital y la reputación. La cuarta rama, la reputación, es más importante que las otras tres, ya que el gobernante que disfruta de una buena reputación consigue más sólo con su nombre que los otros con sus ejércitos si no se los respeta. Richelieu demuestra que lo que le preocupa es la buena opinión del pueblo. La fuente del poder del gobernante, la raíz del árbol, es «el tesoro de los corazones» (le trésor des coeurs) de los súbditos. Pero Richelieu también advierte sobre «la risa del mundo» (la risée du monde), que habría que evitar.
El que pierde el apoyo del pueblo deja de ser rey (Aristóteles) Quizá no hubieran asesinado a César si hubiera conservado la sensibilidad para la opinión pública.
La risa homérica
El siguiente análisis se basa en la tesina de licenciatura de Tassilo Zimmermann, que examinó la Ilíada con el cuestionario diseñado en Maguncia.
Homero comienza su epopeya describiendo una escena en la playa cercana a Troya. En el libro segundo de la Ilíada, Agamenón convoca una reunión del ejército aqueo e intenta poner a prueba su moral. Los provoca enumerando todos los argumentos a favor de la terminación de la guerra, que ya duraba nueve años -el sitio de Troya-, y de volver a casa. Entonces los soldados se comportaron como las bandadas de chovas descritas por Konrad Lorenz, que con agudos graznidos de «¡Al bosque!», «¡Al campo!» vuelan hacia atrás y hacia adelante hasta que un grupo acaba imponiéndose y todos vuelan en la misma dirección. Los soldados reaccionan. Algunos gritan «¡A los barcos! ¡A casa!». Otros, especialmente los caudillos del ejército, gritan «¡Alto! ¡Quietos! ¡Sentaos!». Se produce una escena caótica, con los primeros soldados llegando a los barcos con la intención de introducirlos en el agua. Ulises se enfrenta a los soldados que gritan más fuerte y los detiene a golpes. Consigue aislar a Tersites, uno de los jefes que están a favor de la vuelta, y hace que toda la ira se concentre en él. Tersites es el chivo expiatorio perfecto: «Era el más feo de los hombres… Zanquituerto, cojo de un pie, con los hombros encorvados y contraídos sobre el pecho y el cráneo puntiagudo cubierto por una rala cabellera» (Romero 1951, 2:216 y sigs.; véase Zimmermann 1988, 72-83). La mayoría piensa lo mismo que Tersites grita y jura; pero, como Ulises empieza a burlarse de él, la risa homérica se extiende poco a poco entre los soldados y Tersites se encuentra solo. El ejército aqueo vuelve a sentarse y se decide continuar el asedio.
Aunque Homero no dice ni una palabra sobre la opinión pública, describe el papel de la risa cuando se trata de crear una amenaza de aislamiento y determinar el proceso de la opinión pública. El medievalista francés Jacques Le Goff señala que tanto los hebreos como los griegos tienen dos palabras distintas para designar dos clases diferentes de risa: una es positiva, amistosa y conjuntiva; la otra es negativa, burlesca y disgregadora. Los romanos, cuyo idioma no era tan rico, sólo tenían una palabra para la risa.
Consecuentemente, empezamos a investigar los medios por los que se perciben las amenazas de aislamiento. ¿Cómo descubre un individuo que se ha apartado del consenso de la opinión pública? ¿Y que tiene que volver a él, si no quiere quedar aislado y desterrado de la comunidad amistosa? Hay muchas señales diferentes, pero la risa tiene un papel especialmente importante.
Las leyes no escritas
El respeto a la autoridad y a las leyes nos impide actuar mal y tener una consideración especial por las leyes destinadas a proteger a los perjudicados, así como por las leyes no escritas que hacen caer sobre el transgresor la reprobación del sentir general.
Las leyes no escritas no son sólo las leyes de la costumbre. La costumbre por sí sola no tiene fuerza coactiva. Como dijo John Locke, el efecto depende del conocimiento de que la transgresión conlleva un castigo doloroso. Aunque el castigo no esté puesto por escrito en ningún lugar de la ley, el que crea que eso lo hace menos eficaz no conoce, según Locke, la naturaleza humana. La
ignominia de la que habla Pericles, la pérdida de honor y de la reputación entre los conciudadanos, que aplican el castigo con toda la fuerza de su opinión común, se cuenta entre las peores cosas que pueden sucederle a uno (Tucídides 1881).
El desdén público es el resultado de la violación de las normas morales contenidas en las leyes no escritas. Platón afirma que la relación entre las leyes escritas y las no escritas es comparable a la que hay entre el cuerpo y el alma. Las leyes no escritas no son un mero complemento de las escritas, sino la verdadera base del derecho.
La opinión pública en el Nibelungenlied
En nuestro seminario de Maguncia no sólo encontramos descritos los procesos de opinión pública por los antiguos griegos, sino también en el Nibelungenlied, el antiguo ciclo de canciones teutónico, que se redactó casi dos mil años después de Homero. El término «público» sólo aparece una vez en el poema épico, pero es en la escena que da origen a toda la extraordinaria tragedia (Nibelungenlied 1965, 138). Es la «decimocuarta aventura», en la que la reina Crimilda y la reina
Brunilda discuten a las puertas de la iglesia quién debe entrar primero. La plaza de la iglesia está llena de gente, como lo estaría también hoy día si hubiera dos reinas en ella. La reina Crimilda denosta a la reina Brunilda «delante de toda la gente» por haber dormido con Sigfrido en
lugar de con su propio marido Gunther en la noche de bodas. ¿Quién podría pretender que en los tiempos pasados sólo eran las clases superiores las que establecían la reputación y la opinión pública?
Una viñeta de 1641
En 1641 apareció una viñeta inglesa titulada «El mundo está regido y gobernado por la opinión», ocho años antes de la decapitación de Carlos I (Haller 1965). Esta viñeta constituye una especie de mapa de lo que ya se había descubierto sobre la opinión pública en aquella época.
Que todos puedan verlo y oírlo
El significado psicosociológico de lo público sólo puede deducirse indirectamente del uso lingüístico, lo que expresamos cuando decimos que algo ha sucedido «a la vista de todos» (in the spotlight). Nadie diría que un concierto ha tenido lugar «a la vista de todos». La expresión latina coram publico ya tenía las mismas connotaciones. El humanista y novelista francés François Rabelais, contemporáneo de Erasmo, no dudó en emplear los términos «delante de todos», «delante de todo el mundo» y publicquement (Rabelais 1955, 206, 260, 267). Fue una gran sorpresa descubrir que incluso en el siglo XX era casi imposible traducir al inglés expresiones como in aller Öffentlichkeit o publicquement.
Un día me encontraba en un taxi en Nueva York y el taxista estaba oyendo las noticias. Cuando oí al locutor terminar una noticia diciendo «el ojo público tiene su precio», me incorporé en el asiento: ésa era la traducción. In aller Öffentlichkeit, ante el ojo público (in the public eye). Eso expresaba el sentido psicosociológico del concepto alemán Öffentlichkeit: a la vista de todos.
Nietzsche, inspirador de Walter Lippmann
Von Gersdorff describe la opinión pública tal como la vemos actualmente: «La opinión pública, tal como la veo, debe existir siempre en la vida intelectual… mientras las personas tengan una vida social… No puede, pues, dejar de existir, faltar ni quedar destruida, está en todas partes y siempre». No está sujeta a ninguna limitación temática y puede «llamarse mejor: «la comunidad de valores que un pueblo asigna a los asuntos sociales de su época, basada en las costumbres y en la historia y creada, mantenida y transformada por los conflictos de la vida»». «Además, como se sabe, la opinión pública es propiedad común de un pueblo entero».
Gersdorff sospecha que gran parte del poder de la opinión pública procede del temeroso silencio de muchos individuos. Propone «investigar las razones de la abstención silenciosa de realizar juicios de valor». Von Gersdorff afirma también explícitamente que los procesos de formación de opinión no proceden apenas de consideraciones racionales, sino que son más bien de origen psicoantropológico.
Nuestra admiración por el vigor del Public Opinion de Lippmann de 1922 no disminuye por la impresión, basada en la comparación de los textos, de que probablemente Nietzsche ya hubiera anticipado muchas de sus ideas. Esto es aplicable tanto al papel de los estereotipos como vehículos de la opinión pública, como a su principio básico, que señala que el punto de vista del observador configura lo observado. Nietzsche escribe: «Sólo se ve desde una perspectiva determinada; sólo se «entiende» desde una perspectiva determinada». Hasta la curiosa costumbre de distinguir entre la Opinión Pública (con mayúsculas) y la opinión pública (con minúsculas) no es una idea original de Lippmann, sino que se remonta al análisis de Nietzsche.
26. Hacia una teoría de la opinión pública
El problema de articulación, implicado en cualquier concepción de la opinión pública como hecho
social, es prioritario para la ciencia política y la sociología» (Smith 1970, 454). El científico social sostuvo: «Gran parte de la investigación sobre la opinión pública política es irrelevante para la elaboración de la teoría macropolítica sobre la relación entre las actitudes de la masa y el comportamiento y los resultados políticos significativos. Esta irrelevancia se debe principalmente a que la mayor parte de la investigación sobre la opinión pública se centra en el ciudadano individual como unidad de análisis» (Verba 1970, 455). Básicamente, ambos oradores buscaban una respuesta a la misma pregunta: ¿Cómo se transforma la suma de las opiniones individuales,
tal como las define la investigación de la opinión pública, en el tremendo poder político conocido como «opinión pública»?
Indiferencia por la opinión pública
La respuesta tardó en llegar porque nadie buscaba un tremendo poder
político. En lugar de ello, varias definiciones confundían, por así decirlo, el barómetro con el tiempo. «La opinión pública consiste en las reacciones de la gente ante afirmaciones y preguntas claramente formuladas en una situación de entrevista» (Warner 1939, 377); o «La opinión pública no es el nombre de alguna cosa, sino una clasificación de una serie de cosas que, en una distribución de frecuencias estadísticamente ordenadas, presenta modas o frecuencias que llaman la atención o provocan interés» (Beyle 1931, 183).
¿Cómo puede una distribución de frecuencias ordenada estadísticamente derribar un gobierno o atemorizar a un individuo?
La espiral del silencio no es compatible con el ideal democrático
Era previsible que la teoría de la espiral del silencio no fuera recibida como un progreso hacia una teoría de la opinión pública cuando se presentó por primera vez en el Congreso Internacional de Psicología de Tokio de 1972, ni en 1980 o 1984, cuando mi libro apareció en alemán y en inglés respectivamente. En esa teoría no había lugar para el ciudadano informado y responsable, el ideal en que se basa la teoría democrática. La teoría democrática clásica no tiene en cuenta el miedo del gobierno y del individuo a la opinión pública. La teoría democrática no trata temas como la naturaleza social del hombre, la psicología social o el origen de la cohesión social.
Lo que hay que saber para analizar la opinión pública
Sólo se puede avanzar hacia una teoría de la opinión pública con una definición clara del concepto y un conocimiento de las condiciones necesarias para el estudio empírico de la opinión pública. He elaborado una lista de seis preguntas básicas que pueden servir para facilitar esta empresa. Las respuestas a estas preguntas proporcionan la información mínima necesaria para comprobar la teoría de la espiral del silencio (Noelle-Neumann 1989a, 20):
1. Hay que determinar la distribución de la opinión pública sobre un tema dado con los métodos pertinentes de encuesta representativa.
2. Hay que evaluar el clima de opinión, la opinión individual sobre «¿Qué piensa la mayoría de la gente?». Esto muestra a menudo un panorama completamente nuevo.
3. ¿Cómo cree el público que va a evolucionar el tema controvertido? ¿Qué bando va a adquirir fuerza, cuál va a perder terreno?
4. Hay que medir la disposición a expresarse sobre un determinado tema, o la tendencia a permanecer callado, especialmente en público.
5. ¿Posee el tema en cuestión un fuerte componente emocional o moral? Sin ese componente no hay presión de la opinión pública y, por lo tanto, no hay espiral del silencio.
6. ¿Qué posición adoptan los medios de comunicación ante ese tema? ¿A qué bando apoyan los medios influyentes? Los medios son una de las dos fuentes de las que procede la estimación que la gente hace del clima de opinión.
Los medios influyentes prestan palabras y argumentos a los otros periodistas y a los que están de acuerdo con ellos, influyendo así en el proceso de la opinión pública y en la tendencia a expresarse o a quedarse callado.
La mayoría silenciosa no refuta la espiral del silencio
Los cuatro supuestos son:
1. La sociedad amenaza a los individuos desviados con el aislamiento.
2. Los individuos experimentan un continuo miedo al aislamiento.
3. Este miedo al aislamiento hace que los individuos intenten
evaluar continuamente el clima de opinión.
4. Los resultados de esta evaluación influyen en el comportamiento
en público, especialmente en la expresión pública o el ocultamiento
de las opiniones.
El quinto supuesto afirma que los anteriores están relacionados entre sí, lo que proporciona una explicación de la formación, el mantenimiento y la modificación de la opinión pública. Cualquier comprobación empírica de estos supuestos exige que se transformen en indicadores observables en situaciones que puedan registrarse mediante entrevistas.
La comprobación de la amenaza de aislamiento
¿Ejerce la opinión pública una amenaza de aislamiento? ¿Utiliza la opinión pública esa amenaza para defenderse de los individuos que sostienen opiniones discrepantes? ¿Consigue aceptación la opinión pública mediante la amenaza de aislamiento? Nos consideramos una sociedad liberal.
Amenazar a alguien que discrepe de la opinión pública generalmente mantenida es una actitud ciertamente intolerante. Por esa razón es tan difícil hacer preguntas sobre este tema en una encuesta.
No cabe duda de que la amenaza de aislamiento existe y que la gente sabe qué opiniones suponen un alto riesgo de activación de esa amenaza al ser expresadas públicamente. Toda teoría de la opinión pública debe ser aplicable internacionalmente. Aunque pueda incluir aspectos específicos del país del que se trate en cada caso, debe ser posible confirmar internacionalmente la esencia de estos estudios.
La turbación como manifestación de la naturaleza social del hombre
¿Cómo percibe el individuo la amenaza de aislamiento? ¿Cuáles son las señales? ¿Cómo experimenta el individuo el miedo al aislamiento y cómo podemos medirlo?
Goffman (1956, 270) escribió que si queremos aprender más sobre la naturaleza social del hombre debemos estudiar las situaciones que provocan azoramiento. Como no podemos preguntar a la gente directamente sobre su naturaleza social -la mayor parte de la gente preferiría ignorarla (la mayoría de los alemanes aseguran que no les importa lo que los demás piensen sobre ellos)-, tenemos que buscar indicadores, como afirmó Emile Durkheim en Las reglas del método
sociológico (1895). Los indicadores no son lo que se busca, pero permiten atisbar lo que se quiere estudiar.
La medición del miedo al aislamiento
Parece perfectamente lógico que una situación desagradable entre conocidos pueda ser mas embarazosa que con desconocidos que uno quizá no vuelva a ver, es decir, en presencia de un público anónimo; pero los resultados refutan esta lógica. El estigma que produce una situación embarazosa ante conocidos no es definitivo. Siempre cabe la posibilidad de rectificar la impresión producida. Pero cuando se trata de un público anónimo, no hay recurso posible, no se puede explicar o pedir disculpas por las acciones realizadas. El estigma es indeleble. Hallemann también se ha acercado más que nadie hasta ahora al objetivo de medir el miedo al aislamiento.
Cómo se transforma en opinión pública la suma de las opiniones individuales
En la conferencia de 1970 de la Asociación Americana para la Investigación de la Opinión Pública, el científico social Sidney Verba afirmó que la investigación de la opinión política no avanzaba hacia
una teoría de la opinión pública porque «suele centrarse en el individuo como unidad de análisis» (Verba 1970, 455). No estoy de acuerdo. Lo que impedía la elaboración de la teoría no era el hecho de que la unidad de análisis fuera el individuo, sino el que la investigación empírica ignoraba la naturaleza social del individuo.
Peter R. Hofstätter escribió en 1949, en su Psychologie der öffentlichen Meinung (Psicología de la
opinión pública): «Para que una opinión sea pública debe poseer lo que a primera vista parece una característica extraña: su expresión debe ir acompañada de una comprensión confusa -probablemente incluso falsa– de las opiniones sostenidas por los otros miembros del grupo… Nuestra definición actual de la opinión pública como la distribución de frecuencias de las opiniones individuales es incompleta. Su carácter público exige que el punto de vista propio se encuentre localizado en algún lugar de la distribución de frecuencias de los puntos de vista expresados» (Hofstätter 1949, 53).
27. Resumen:
«No hay una definición generalmente aceptada de «opinión pública»». Parece que las cincuenta definiciones recogidas por Childs proceden de sólo dos conceptos diferentes de la opinión pública. Además, hay unas pocas definiciones de carácter técnico-instrumental, en las que se identifica la opinión pública con los resultados de las encuestas de opinión, y se la define como «la agregación de las opiniones individuales realizada por los analistas de opinión» (Beniger 1987, 54; véase Gollin 1980, 448). Casi todas las definiciones recogidas por Childs están relacionadas con estos dos conceptos:
1. La opinión pública como racionalidad que contribuye al proceso de formación de la opinión y de toma de decisiones en una democracia.
2. La opinión pública como control social. Su papel consiste en promover la integración social y garantizar que haya un nivel suficiente de consenso en el que puedan basarse las acciones y las decisiones.