IMPERIALISMO HISTÓRICO E IMPERIALISMO MODERNO
El imperialismo es definido desde la perspectiva marxista como la fase superior del desarrollo capitalista, derivado una palabra que tradicionalmente se había aplicado a denominar todo intento de unificar territorios bajo un mandó único. La acumulación territorial significaba el acceso a materias primas en condiciones de depredación de los
recursos naturales de países conquistados y colonizados, por otra la posesión de mano de obra en condiciones de esclavitud.
Este imperialismo esclavista se reproducirá en lo sustancial como modelo comercial de las primeras potencias nacionales surgidas del Renacimiento: España, Portugal, Francia, o el Reino Unido.
El imperialismo medieval europeo buscó reconstruir la unidad histórica del imperio romano. Los países que sobrevivieron a esa lucha por la hegemonía estuvieron en condiciones de protagonizar una tapa superior de lucha por la hegemonía en la posesión de los recursos naurales de las colonias y en las rutas marítimas, claves para el abastecimiento comercial.
El desarrollo industrial estaba condicionado por la acumulación de capital y cada vez más exigía estabilidad en el acceso a las fuentes de materias primas y también estabilidad en sus costos.
Estados Unidos experimenta un impresionante desarrollo a costa de lo que podríamos llamar “colonización interior”, o dicho de otra manera el expolio territorial de las poblaciones aborígenes y la aplicación del modo de producción capitalista de una manera sistemática, en todas las instancias económicas.
En el reparto de 1870, el Reino Unido y Francia se llevan la parte del león, pero los Estados Unidos consolidan América Latina como zona de influencia prácticamente en exclusiva y empiezan a patrullar por el Pacífico a toda máquina, antes de que llegue la marina alemana buscando territorios todavía vírgenes para el apetito depredador del
imperialismo europeo.
Alemania recorrió los mares y las tierras buscando los espacios libres que fueron insuficientes para cubrir las necesidades de su desarrollo y en consecuencia planteó una lucha por la hegemonía dentro del sistema, las dos guerras mundiales del siglo XX, para sentar la hegemonía.
Del estudio del “imperialismo histórico” y de su modificación cualitativa por el modo de producción capitalista, distintos pensadores marxistas dedujeron las claves del
Imperialismo Moderno
La etapa superior del desarrollo capitalista tal como lo definía Lenin, por su parte Charles Wright Mills señala que “Los orígenes de la Tercera Guerra Mundial”, es: “…abrir mercados para la exportación de artículos de consumo “excedentes” y emplear el país colonial como productor de materias primas que la nación industrial necesita para su manufactura”.
Lenin explica la lógica histórica que da sentido al imperialismo moderno:
- La concentración de la producción y del capital ha llegado a un
punto tan alto de desarrollo, que ha hecho surgir los monopolios. - Se opera la fusión del capital bancario con el industrial y surge,
la oligarquía financiera. - Adquiere particular importancia la exportación de capitales en
lugar de mercancías. - Se forman agrupaciones monopolistas internacionales de capitalistas
que se reparten el mundo. - Se pone fin al reparto territorial del mundo entre las potencias
capitalistas más importantes.
La peculiaridad del imperialismo moderno, es la no tan marcada posesión del control territorial como de la hipoteca como instrumento privilegiado para la exportación de capitales, esta permite la creación de monopolios metropolitanos, se soluciona el exceso de acumulación capitalista y se crean mercancías en relación más directa con el
mercado y a más barato.
El papel de los monopolios es vital para la consolidación del sistema, est9os conciertan convenios para el reparto de mercados; la política de precios y el volumen de producción. Estos surgen con participación de los estados y éste es uno de los medios más importantes de expansión económica a finales del siglo XIX.
LA CRISIS DEL IMPERIALISMO
Cuando la izquierda internacional alardea de que el imperialismo está en crisis, se evidencia en la “crisis del petróleo”, este mostro las profundas contradicciones; sus factores de crisis se resumen así:
Externos.- En la estrategia del imperialismo capitalista éste siempre
debe tener en cuenta el límite que fija la estrategia del bloque antagónico. La conciencia de estos límites se ha comprobado en una serie de peripecias históricas:
- La no invasión de Cuba
- La renuncia al empleo de armas nucleares en las guerras de Corea y
Vietnam.
Internos.- Dentro del sistema capitalista hay que unir los intereses antagónicos a dos niveles:
- Por una parte el desarrollo capitalista de cada nación tiende a ser
competitivo con el de las restantes. Mediante un apolítica de negociación de
zonas de influencia y de fijación de mercados, se han podido evitar tensiones
que culminaran en conflictos, pero siempre esas negociaciones se han hecho bajo
la batuta norteamericana y llegando a acuerdos que beneficiaban a los países
según la correlación de fuerzas. - La emancipación nacional de buena parte de las antiguas colonias no
ha significado una radical ruptura de los lazos de dependencia, pero sí un
correctivo importante del estatuto de sumisión y subordinación a las
necesidades íntimas del sistema imperial. Desde las guerras de liberación
nacional (Cuba, Vietnam, Angola, Mozambique, etc.) hasta los frentes de
reivindicación económica, dañan el status imperial porque van liberando zonas
territoriales y van encorsetando la libertad de movimiento de las potencias
imperiales.
La situación llegó a ser grave en el momento en que se da una guerra de las materias primas, basada en el aumento de los precios del petróleo y sus derivados.
La campaña ideológica para aterrar a la opinión pública se basó en el argumento de que habíamos llegado al techo del crecimiento capitalista e íbamos a penetrar en una era de escasez.
Finalmente, los Estados Unidos estuvieron en condiciones de manejar con
riego mínimo la insurrección de los países productores de materias primas. En cambio esa insurrección afectó gravemente a las levantiscas economías europeas en peores condiciones de negociación que USA y menos dotadas de fuentes energéticas propias que la nación gendarme del sistema.
Pese a la habilidad mostrada por Estados Unidos, el embate de la crisis se ha dejado sentir y se contemplan una serie de síntomas alarmantes desde la óptica capitalista. Los efectos se encadenan y afectan a todo el clima del sistema, crisis del capitalismo.
En cuanto al campo de los países “subdesarrollados” el crecimiento de los movimientos de liberación nacional popular es constante en países como Angola.
El continuo ejercicio de corrección de la relación de fuerzas impide apreciar el retroceso del sistema imperialista en su totalidad, en cada una de sus partes y en su cabeza hegemónica. Las corrientes aislacionistas norteamericanas abogan por un repliegue universal de la estrategia USA abandonando a Europa a su suerte en el doble frente que debería sumir:
- La competencia con Estados Unidos
- Agudización de la lucha de clase.
Para lograr la preeminencia hegemónica
de los Estados Unidos. Creen que se trata de una función básicamente
benefactora.
Los colores más suaves son las zonas que
pueden desgajarse, los más intensos van graduando las razones de dependencia
hasta delimitar qué zonas de influencia no pueden perder los Estados Unidos sin
correr grave riesgo su supervivencia como cabeza del capitalismo.
El imperialismo busca soluciones adecuadas a cada realidad y que se basan o bien en la terapéutica del sable y
el recurso al fascismo que hace retroceder el avance de las fuerzas progresistas
o bien el recurso del pacto social; estableciendo fuerzas políticas
socialdemócratas que canalizan la pretensión de cambio de las masas.
ESPAÑA EN EL CONTEXTO IMPERIALISTA
España tiene su sitio dentro del sistema
imperialista. La agudización de las contradicciones políticas y sociales en
1936 provocó un desplazamiento de la voluntad popular hacia las fuerzas del
centro-izquierda que conformaron el llamado Frente Popular de 1936. La
oligarquía terrateniente y bancaria del país temió que la correlación de fuerzas
se decantara hacia la izquierda y se crearan condiciones prerrevolucionarias de
imposible control. Aliada con instituciones ideológicamente contrarrevolucionarias como el Ejército y la Iglesia, la oligarquía estuvo en condiciones de movilizar a amplias masas campesinas y de la clase media. El estallido de la guerra civil española ubicó inmediatamente el país dentro del sistema mundial capitalista:
- Alemania y Hitler apoyaron el bando franquista en busca de una ampliación
de su zona de influencia a costa del debilitamiento de Francia e Inglaterra. - Francia e Inglaterra preconizaron una política de no intervención porque
no querían enfrentarse abiertamente a las potencias nazi-fascistas y al mismo tiempo temían el decantamiento de España hacia la revolución en caso de producirse la victoria frentepopulista. - Los Estados Unidos dividieron su comportamiento entre una política
de estado “ideológicamente antifranquista” y permisiva con la acción de los
monopolios y la oligarquía financiera que apoyaron el bando franquista. - La URSS secundó la causa republicana pero con la suficiente prudencia
como para no romper el equilibrio de permisividades que sostenía con el bloque
capitalista.
Al finalizar la segunda guerra mundial, muchas fuerzas políticas de dentro y fuera de España esperaron que los aliados democráticos liquidaran el régimen de Franco por sus complicidades de origen y crecimiento con el bando nazifascista. Se impuso el miedo a que la fragilidad económica, social y política de España significara su rápida alineación con los países socialistas en caso de derrocamiento de Franco. El bloqueo
antifranquista decretado por la ONU fue breve y escasamente secundado por las
grandes potencias, especialmente por Estados unidos, que a medida que se aceleraba la guerra fría, forzaron el ritmo de inserción de la España franquista dentro del engranaje estratégico a oponer el avance del comunismo en el mundo.
Entre 1949 y 1953, los Estados Unidos prepararon el retorno del régimen español a la legitimidad “occidental”. El régimen español rompe el bloqueo internacional y está en condiciones de estabilizar su política comercial, de abrir sus fronteras y sentar las bases de un desarrollo neocapitalista peculiar asesorado por los Estados Unidos y sus instituciones.
La suerte de España ya estaba atada y bien atada a la economía mundial del sistema imperial, a las definiciones políticas anticomunistas que le caracterizan y a la estrategia de defensa-agresión mediante los pactos militares bilaterales con Estados Unidos.
El caso del Sáhara avala esta tesis. Los Estados Unidos instrumentalizaron las tensiones derivadas de la presencia de España en el Sáhara para negociar el nuevo tratado elaborado entre 1975 y 1976.
Los Estados Unidos utilizaron a Marruecos para controlar el ritmo de acontecimientos saharauies y fueron recogiendo una por una todas las piezas del vestuario imperial que el gobierno español.
La transición del franquismo a la democracia burguesa está fuertemente condicionada por las razones del sistema. Debido a que en España el peso de la resistencia contra el franquismo recayó en la izquierda y a partir de 1951 básicamente sobre el partido comunista, hace que los estrategas de la liquidación, sean norteamericanos o alemanes o franceses.
LOS OTROS IMPERIALISMOS
El socialimperialismo: El concepto clásico de imperialismo ha pasado a dar nombre a toda relación de dependencia, de situación objetiva de colonialismo. Se habla del “imperialismo soviético” y no sólo los contrarrevolucionarios, refiriéndose al dominio geopolítico alcanzado por la URSS tras la ocupación militar de los países del Este europeo a nivel territorial.
La oposición entre Trotsky y Stalin y su disputa de la herencia del poder de Lenin, no tiene las discrepancias o intolerancias personales como motivación fundamental, aunque las antipatías espontáneas expliquen más de un altercado político de envergadura. Trotsky creía en “la revolución permanente”, es decir, la posibilidad de utilizar la revolución soviética como un detonador y extender la revolución a todo el
mundo, amanera de una traca continua. Stalin, por el contrario, aseguró la
necesidad de apuntalar la revolución en la URSS, crear un estado fuerte y armado que en el futuro fuera el respaldo inviolable de la expansión revolucionaria
internacional.
La URSS, según Stalin, debía convertirse en “la patria del socialismo” y misión de todos los buenos comunistas del mundo entero, era apuntalar la revolución soviética y no forzar la dinámica en cada realidad nacional, con el riesgo consiguiente de una respuesta capitalista que podría poner en apuros incluso a la revolución soviética.
A partir de estrategia de Stalin, todos los movimientos comunistas del mundo subordinaron sus estrategias a la correlación de fuerzas a nivel mundial entre la URSS y el sistema capitalista.
Pero el concepto de “socialimperialismo” esgrimido contra la URSS no cuajaría definitivamente hasta la conformación del bloque socialista europeo en función de las necesidades hegemónicas de la Unión Soviética. La URSS compite con Estados Unidos en conseguir nuevas zonas de influencia a costa de los territorios de reciente independencia, recién salidos de la tutela del deteriorado imperialismo inglés o norteamericano.
El inicial análisis trotsquista fue continuado por el del partido Comunista chino cuando empezó acusando a la URSS de subordinar los intereses de la revolución socialista internacional a sus propios intereses como potencia imperial, este se presento como una opción de estrategias en el tercer mundo.
Para China “las vastas regiones de Asia, África y América Latina son los puntos en que convergen las diferentes contradicciones del mundo contemporáneo, donde la dominación imperialista es más débil y son las que actualmente constituyen la principal zona de tormentas de la revolución mundial que asesta golpes directos al imperialismo”.
La consigna soviética de luchar por la paz, porque la paz debilita al capitalismo y favorece la victoria final del socialismo, es denunciada por los chinos por su carácter reformista y porque en realidad, no es otra cosa que una ideología justificatoria de la estrategia imperial soviética. Lo cierto es que la bipolarización antagónica entre
superpotencias nucleares (USA y URSS) ha dado a la URSS el definitivo papel de pared de fondo que respalda o no la revolución mundial y sus atacantes marxistas le acusan de emplear ese poder disuasorio tanto para disuadir a los USA como para disuadir a los movimientos revolucionarios cuando juzga su causa no ya perdida, sino incluso peligrosa para los intereses soviéticos.
LAS NACIONALIDADES APLAZADAS
El 3 de febrero de 1974 se reunieron en Brest la UDB (Union Democratique de la Bretagne), el IRA (Movimiento Republicano Irlandés) y la UPG (Union do Pobo Galego) y redactaron un documento sobre la lucha de liberalización de las nacionalidades oprimidas dentro de Europa Occidental. El documento se tituló: Carta de Brest: Declaración sobre la lucha contra el imperialismo en Europa Occidental y ha sido respaldado después por otras organizaciones políticas al servicio de idénticas
reivindicaciones:
- El Partido Socialista Vasco o HAS
- El Partido Corso por el Socialismo,
- El Cynru Goch (País de Gales Rojo)
- Lutte Occitane
- El PSAN de Catalunya en su rama “provisional” (Partit Socialista
d’Alliberament Nacional).
La Carta de Brest hace especial referencia al “Imperialismo” y a él también recurre el frecuente análisis de la ETA sobre las relaciones de dependencia entre el país vasco y el estado centralista español. La situación imperialista dentro de Europa se integra en
el sistema imperialista universal y esta mecánica se interrelaciona y reproduce dentro de cada realidad estatal europea. El dominio imperial se ejerce sobre regiones subdesarrolladas o la conservación a ultranza de las puntas de lanza del desarrollo capitalista dentro de un estado en su conjunto infradesarrolado.