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Crisis, Estado de derecho, estado de naturalesa, estado democrático, Hobbes, Kant, Marx, Norberto Bobbio
El autor parte dando como base de su razonamiento la frase de la carta programática con la que se convocó a la convención sobre “La política entre sujetos e instituciones”: “En el espacio de la política parecen anudarse, en sustancia, todas las cuestiones planteadas (en términos incluso internacionales). Por ello resulta inevitable preguntarse si no están cambiando sus connotaciones, sus leyes de movimiento, su forma de producirse”. Refuta dicho planteamiento, mencionando que si no es que ante la explosión de la violencia terrorista en el interior de nuestro estado y a la forma en que responde el gobierno limitando las libertades constitucionales, además que la política no muestra, su real, inmutable y profunda naturaleza.
Posteriormente remarca que es necesario tener mucha paciencia y saber escuchar las lecciones de los clásicos. Actualmente el marxismo está atravesando una crisis recurrente y que el único modo serio de volver a darle a Marx el sitio que le corresponde en la historia del pensamiento político sea el de considerarlo como uno de los clásicos cuyas lecciones deben ser continuamente escuchadas y profundizadas.
Según la lección de los clásicos:
Maquiavelo porque el pensamiento de Maquiavelo acompaña la formación del estado moderno, pero que se podría hacer empezar mucho más atrás
Marx, la política es la esfera donde se desarrollan las relaciones de dominio, entendido dicho dominio en su expresión más intensa, como el poder que puede recurrir, para alcanzar sus propios fines, en última instancia, o extrema ratio, a la fuerza física, el uso de la fuerza física, es carácter específico del poder político.
El estado puede ser definido como el detentador del poder político y, por tanto, como medio y fin de la acción política de los individuos y de los grupos en conflicto entre sí,
en cuanto es el conjunto de las instituciones que en un determinado territorio disponen, y están capacitadas para valerse de ella en el momento oportuno, de
la fuerza física para resolver el conflicto entre los individuos y entre los grupos.
El abc de la teoría del estado, prescindiendo del cual no se logrará nunca comprender porque existe el estado, y al no comprenderlo se fantasea acerca de una posible extinción del mismo, es la hipótesis hobbesiana: “la necesidad del estado nace de la convicción racional de los individuos según la cual el uso indiscriminado de las fuerzas privadas en libre competencia entre sí genera un estado autodestructivo de guerra de todos contra todos, y de la consiguiente renuncia por parte de cada uno al uso privado de la fuerza en favor del soberano que, a partir del momento en que se produce dicha renuncia, se convierte en el único titular del derecho a disponer de ella”, nacida desde la perspectiva, “El hombre es el lobo del Hombre”.
Marx a diferencia explica que el no estado surge de una hipotética guerra de todos contra todos, que tuvo lugar en un estado de naturaleza construido racionalmente, sino de una histórica lucha de clases derivada, de la división del trabajo, con la
consecuencia que el estado, es producto del poder de la clase dominante y, por tanto, el poder de una parte de la sociedad sobre la otra.
Hobbes identifica al estado de naturaleza con el estado de guerra y, en particular, con el estado de guerra civil, y por lo tanto con el antiestado, y que pocos e insignificantes son los párrafos que se pueden aducir la descripción de la sociedad de mercado.
La sociedad de mercado es lo opuesto al estado de naturaleza hobbesiano: mientras que éste es la esfera en la que se desencadenan las pasiones humanas, como la avidez por la ganancia, la desconfianza recíproca y la vanagloria, concebida desde los
inicios de la ciencia económica la definición hobbesiana de la razón como cálculo, es la más elemental expresión de la racionalidad humana.
Es decir, mientras el estado de naturaleza hobbesiano es el estado en que los hombres seguirían viviendo si no fueran también seres racionales, la sociedad de mercado es una de las más singulares expresiones, como el lenguaje, de la racionalidad
espontánea, cuya armonía no depende de una imposición, como lo es la que es
ejercida por el estado para dominar las pasiones.
Como tal, el mercado no debe evitarse o suprimirse sino que debe redescubrirse y liberarse de todos los obstáculos que le impiden su libre movimiento, provenientes de ese poder político que, según Hobbes, representa en cambio el triunfo de la razón sobre la no razón, de la racionalidad impuesta, sobre la espontaneidad que es por sí misma irracional y acaba por conducir al hombre naturaliter pasional a su propia perdición.
Una vez admitido, por tanto, que existe un estado cuando sobre un determinado territorio se ha llevado a cabo el proceso de monopolización de la fuerza física, de ello se sigue que el estado, deja de existir cuando, en determinadas situaciones de conflictualidad, el monopolio de la fuerza física va a menos. Una prueba de ello es que el estado puede consentir a la desmonopolización del poder económico, puede
consentir a la desmonopolización del poder ideológico, pero no puede consentir
a la desmonopolización del uso de la fuerza física sin dejar de ser un estado.
El estado que ejercita el poder coactivo, es el estado despótico, el estado en su esencia, sine embargo el estado despótico no se identifica con el estado tout court. En los grandes estados de occidente la historia ideal del estado puede ser representada como recorriendo otras dos etapas:
El estado de derecho, es el conjunto de las normas que reglan el uso de la fuerza, definido como el estado en el que el poder coactivo no es ejercido por el soberano a su arbitrio sino que existen unas normas generales, abstractas, y que establecen quién
está autorizado a ejercer la fuerza, en qué circunstancias, a través de qué procedimientos y en qué medida, es posible distinguir no sólo la fuerza legítima de la ilegítima, sino también la fuerza legal de la ilegal.
Recurrir a la fuerza es el medio tradicional y más eficaz de resolver los conflictos sociales. Uno de los mayores problemas es de crear instituciones que permitan resolver los conflictos, sin que sea necesario recurrir a la fuerza legítima, constituyendo, además del estado de derecho, el estado democrático, lo que equivale a decir el estado tiene la regla fundamental de que en cada conflicto el vencedor no es ya quien tiene más fuerza física sino más fuerza persuasiva y ha logrado conquistar la mayoría de votos.
La gravedad de la crisis institucional de nuestro país consiste en el hecho de que está en crisis el estado democrático y está en crisis el estado de derecho en el sentido de
que están yendo a menos algunas garantías acerca del uso de la fuerza legítima; se trata de tres crisis distintas en distintos niveles de la formación del estado moderno:
- La ineficiencia de nuestra democracia induce a grupos revolucionarios y subversivos a intentar resolver con la fuerza los problemas que el método democrático.
Cuatro paradojas de la democracia derivadas:
a) del contraste entre democracia, considerada tradicionalmente como el
régimen adecuado para las pequeñas comunidades, y las grandes organizaciones;
b) del contraste entre la eficacia del control democrático y el aumento
desproporcionado, precisamente como consecuencia del desarrollo democrático,
del aparato burocrático del estado;
c) del contraste entre la incompetencia del ciudadano situado frente a
problemas cada vez más complejos y la exigencia de soluciones técnicas
accesibles sólo a los especialistas;
d) del contraste, finalmente, entre el presupuesto ético de la democracia, la autonomía del individuo, y la sociedad de masas, caracterizada por el individuo heterodirigido.
Sus efectos perversos en el sentido de que en el propio seno de las democracias
se desarrollan situaciones que la contradicen y amenazan con derrocarla, como:
a) La ingobernabilidad: entendida como consecuencia de la desproporción entre demandas que provienen cada vez en mayor número de la sociedad civil y la capacidad que tiene el sistema político para responder a las mismas.
Un régimen autoritario puede ser reinterpretado como el régimen que resuelve el problema no aumentando la capacidad del estado para proveer a las crecientes expectativas, sino comprimiendo la capacidad de los ciudadanos y de los grupos para proponer nuevas demandas mediante la supresión de todas aquellas instituciones, desde el sufragio universal a las libertades de publicación o de asociación, que caracterizan la ciudadanía activa. De igual forma, un estado social-democrático puede ser reinterpretado como el estado que intenta resolver el problema de las crecientes expectativas no bloqueando las demandas sino aceptando el desafío planteado por el desarrollo de la democracia a través de la cada vez más eficiente organización del estado llamado social o de servicios.
La función principal del gobierno, que es el órgano central de dirección y solución de los asuntos públicos, es la de mediador y como máximo de garante de los acuerdos que se establecen entre las grandes organizaciones en conflicto entre sí, cuando no es él mismo una parte en causa, una contraparte.
b) La privatización de lo público: Las grandes organizaciones actúan como entes casi soberanos, como grandes potentados, que tienen entre sí unas relaciones destinadas a concluir en acuerdos mucho más parecidos a los tratados internacionales, sometidos a la cláusula rebus sic stantibus, que no a una ley, que debe ser obedecida sin condiciones.
Una de las manifestaciones más macroscópicas de la privatización de lo público es la relación de clientela, relación típicamente privada, que ocupa en muchos casos el lugar de la relación pública entre representante y representado. La relación política es una relación entre el que da protección para recibir consenso. Esta relación se puede denominar pública cuando tiene lugar entre la categoría de los representantes en su conjunto y este o aquel grupo de ciudadanos que han presentado a los representantes unas demandas a través de esos canales constitucionales legitimados para transmitir la demanda que son los partidos, es decir una relación, impersonal o indirecta, entre el
órgano encargado de dar respuestas a las demandas de los ciudadanos y este o aquel grupo político organizado para la transmisión de la demanda.
c) El poder invisible: El punto de partida es Emanuel Kant, en su apéndice del “Tratado para una paz perpetua” titulado “Del acuerdo de la política con la moral según el concepto trascendental del derecho público”. Kant considera la como condición necesaria de la justicia de una acción, poniendo como fórmula trascendental del derecho público: Que una máxima no sea susceptible de hacerse pública quiere decir que, si alguna vez fuera hecha pública, suscitaría tal reacción que sería difícil,
sino incluso imposible, llevarla a efecto. Kant aplica el principio, en el derecho interno, al presunto derecho de resistencia o de insurrección al soberano, argumentando que en el derecho internacional, al derecho del soberano de infringir los pactos establecidos con otros soberanos, argumentando que si en el propio acto de establecer un pacto con otro estado el estado contratante declarase públicamente que no se siente vinculado con el pacto establecido.
La publicidad es uno de los caracteres relevantes del estado democrático, que es precisamente el estado en el cual deberían disponerse todos los medios para hacer, efectivamente, que las acciones de quien detenta el poder sean controladas por el público.
Este problema del poder invisible es uno de los aspectos preocupantes de nuestra democracia, la transparencia, la visibilidad del poder no han resistido, la prueba. Sorprende ver lo poco que se ha reflexionado sobre la importancia que ha asumido en nuestra vida cotidiana el poder oculto. Al tema de la visibilidad e invisibilidad del poder se suman otros dos temas: el de la ideología como ocultación y el de la creciente capacidad para conocer los comportamientos de los ciudadanos, a través de la organización pública de centros de información cada vez más perfeccionados y siempre más eficaces mediante la utilización de medios electrónicos.
Una de las funciones de la ideología es la de ocultar la verdad con objeto de dominio: el interés de una clase hecho pasar por el interés colectivo, la libertad de unos pocos hecho pasar por la libertad sin limitaciones, la igualdad puramente formal hecha
pasar por la igualdad sustancial o de oportunidad, etc. Por tanto el poder tiende a esconder sus auténticas intenciones en el momento en que sus decisiones se hacen públicas, a hacer aparecer lo que no es. El único antídoto ante esta tendencia de quien detenta el poder es la crítica pública. Es inútil añadir que sólo en un estado democrático, en el que una de las reglas fundamentales del juego es la licitud de la disensión, esta tarea de la libre crítica puede encontrar las condiciones indispensables para su propio desarrollo.
Acerca de la real potenciación de los medios que tiene el poder para ver lo que sucede en la sociedad sobre la que se expande, debemos decir que no es posible comparar su intensidad y su extensión, característica de un estado moderno que tenga el monopolio de los medios de información o, por lo menos, de un cierto tipo de medios de información, con la de un estado. A medida que aumenta la capacidad del estado para controlar a los ciudadanos debería aumentar la capacidad de los ciudadanos para controlar al estado. Entre las diversas formas de abuso del poder está, la posibilidad de abusar del poder de información.
Ingobernabilidad, privatización de lo público y poder invisible, son tres aspectos de la crisis de la democracia, que se deja sentir un poco por todas partes, así como por la
crisis del estado de derecho, como lo demuestran diariamente los escándalos derivados del hecho de que, por debajo del gobierno constitucional, trabaja activamente otro gobierno y de la crisis del estado tout court, como lo demuestra el desencadenamiento de la fuerza privada, que la fuerza pública no logra dominar.