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Crisis en Nicaragua

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Por:

Dr. Ricardo Joel Jiménez, Sociólogo,

Doctor en Desarrollo Rural,

Universidad Autónoma Metropolitana, campus Xochimilco

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Desde hace poco más de 3 meses los nicaragüenses cuentan los días y muertos, los desaparecidos y los días en que Ortega continúa en el poder. A más de cien días en el marco de las protestas contra el gobierno del ex guerrillero se reportan 448 personas muertas, 2800 heridas y 595 desaparecidas, esto de acuerdo a la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH). En su universo paralelo, para el dictador Ortega la situación en el país se está normalizando y sólo se trata de 195 personas fallecidas, estadísticas que no cuadran con las de los organizamos internacionales y nacionales de derechos humanos porque “no depuran” sus cifras.

Si bien Ortega tiene en su contra a grandes sectores de la sociedad nica, entre ellos, los empresarios y el clero, quien también ha sido reprimido por las huestes orteguistas, ha ratificado recientemente tanto a Fox News como a CNN su decisión de no abandonar el poder y cumplir su mandato presidencial hasta el 2021 argumentando que ello provocaría más inestabilidad y caos.

La tesis de “complot externo” orquestado por los Estados Unidos forma parte de los aliados de Ortega, Cuba y Venezuela. La idea de que se trata de un intento de golpe de estado es una tesis que ha permitido a Ortega no parar la violencia, los secuestros y desapariciones de opositores y el acoso constante a la población en general por grupos parapoliciales y paramilitares. Autoridades y funcionarios locales se han sumado a esta represión. Es conocida la técnica de irrupción en hogares para buscar y llevarse opositores quienes terminan siendo torturados y desaparecidos. Muchos sectores sirven de “testigos” y acusan al vecino, al amigo, a la comadre de estar presente en las movilizaciones. Se trata de apelar a lo más baja conciencia de estos sectores que se vende por unas migajas al dictador.

Muchos nicas han empezado a salir del país, los que pueden. Los que no, han tenido que resistir los embates de la violencia de Estado. Incautos sectores dentro y fuera de Nicaragua apelan a una invasión gringa para liberar a su país. Esto pone en evidencia la complejidad de interpretación que tiene para la sociedad nicaragüense el conflicto. A Ortega conviene esta falta de conciencia, de entendimiento de la situación, de la lecturas fáciles entre buenos y malos, de blanco y negro, de desconocimiento de la historia (esa que siempre se repite). Parece que se está más cerca de una guerra civil que a una salida política, pactada y consensuada que permita la pacificación y salida de Ortega y posibilite al país a transitar a una democracia más ampliada. Los nicas están comprobando y re-comprobado que no sólo es la personalidad del dictador, sino todas las instituciones las que se han podrido, las que han blindado las decisiones de Ortega. Es un cambio de régimen estructural lo que se requiere en el país centroamericano.

Es un hecho que el mundo está observando más a Ortega. Eso pesa al Dictador, pero no lo detiene del todo. En ese marco están las acusaciones del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, quien señaló que es innegable que la violencia en Nicaragua es “patrocinada por el Estado” y acusó al Gobierno de Ortega de ser responsable de la muerte de más de 350 personas en la ola de protestas que sacude el país desde abril. El vicepresidente advirtió a Ortega que “el mundo lo está observando”. El Dictador verá en estas declaraciones la demostración de la tesis de complot externo. Por lo pronto Ortega ha concedido dar entrevistas tratando de lavar su imagen y “explicar” la situación que se vive en su país. Para los opositores a su régimen es una farsa y una falta de vergüenza el exponer argumentos a su favor apelando al amor y a la paz.

Ortega ha ampliado su espectro de espacios para la represión. Ya no sólo son las calles y los barrios, son las universidades, las plazas, los templos, los hogares. Incluso se señala que hay represión sobre nicas que van a refugiarse al vecino país de Costa Rica. Dondequiera que haya opositores están las fuerzas paramilitares de Ortega, fuerzas de violencia con las que una y otra vez ha negado tener vinculación y que señala que éstas existen por el apoyo de otros sectores de la sociedad.

¿Qué desea Ortega? Quedarse en el poder y restablecer eso que él llama normalidad, es decir, una país quieto, sin revueltas, sin demandas sociales y políticas, pero esa normalización es la misma que fue la que han rechazado los nicas desde hace más de 100 días. Más aun, esa normalidad no ocurrirá porque ya no es la misma situación. Ya hay muertos, desaparecidos, agresiones a amplios sectores nicaragüenses y la necesidad de transitar hacia un estadio especial donde las cosas se transformen.

La presión internacional hacia Ortega debe continuar colocando en la agenda un alto a la violencia y la restitución de los derechos de todos los nicaragüenses. Se trata de sentar las bases para procesos complejos, pero necesarios: pacificación, restitución de un estado de derecho, democracia, el ejercicio y respeto pleno de los derechos. Aquí el diálogo entre los propios nicas es fundamental. El abanico de lo que implica ser ciudadano deberá formar parte de esta agenda para Nicaragua. Es importante abonar a la demanda de la salida de Ortega la posibilidad de (re) construir el país. Sobre un escenario de aceptar el adelanto de las elecciones, o bien, soportar hasta el 2021, se deberá reconocer que el Dictador seguramente realizará una acción estratégica, ya sea de colocar un delfín, un candidato a modo que divida a la oposición, una salida pactada sin rendición de cuentas, etcétera. La situación es tensa, compleja, pero es necesario adelantarse a escenarios donde los días no sean contados con los muertos.